Confederación Sindical de Comisiones Obreras | 28 marzo 2024.

SALUD/ REVISTA TRABAJADORA, N. 68 (NOVIEMBRE DE 2019)

La falta de educación sexual, de María Honrubia

    SOBRE LA FALTA de educación sexual escribe María Honrubia, que imide que niños y niñas tengan una formación de excelencia que les permita generar unas relaciones de igualdad y vínculos afectivos basados en el respeto.

    17/12/2019.
    Fotografía de Txefe Betancort.

    Fotografía de Txefe Betancort.

    LA SEXUALIDAD, dimensión humana compleja, es definida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como: “Un aspecto central de la persona a lo largo de su vida y engloba el sexo, la identidad de género y los roles, la orientación sexual, el erotismo, el placer, la intimidad y la reproducción. La sexualidad se vive y se expresa en pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, conductas, prácticas, roles y relaciones. Aunque la sexualidad puede incluir todas estas dimensiones, no todas ellas se experimentan o expresan siempre. La sexualidad está influida por la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, políticos, éticos, legales, históricos, religiosos y espirituales”.

    Esta definición marca la diferencia con actividad sexual y con sexo que hace referencia al aparato genital y a los aspectos biológicos como personas sexuadas, es decir con un sexo, un aspecto y unas características físicas.

    Así entendida, la educación sexual va a permitir tener conocimiento sobre nuestro cuerpo y conducta sexual, ajustada a la realidad, con relaciones de igualdad, consenso y negociación que permitan un ejercicio sexual saludable.

    En España se imparten contenidos de educación sexual de forma desigual, en las Comunidades Autónomas desde hace más de 30 años, con un claro intento de informar y formar a chicos y chicas, pero supeditados a la ideología y formación de las personas que los imparten, no existe un plan integral sobre salud sexual y reproductiva en la actualidad.

    La Estrategia de salud sexual y reproductiva elaborada por el anterior Ministerio de Salud, Política Social e Igualdad (hoy, Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social) en fase de desarrollo, que pretende subsanar esta carencia, está a la espera de continuar sus sesiones de trabajo pasadas las próximas elecciones generales.

    Los programas de educación sexual intentan, con más o menos precisión, adscribirse a la edición revisada de 2018 de las Orientaciones técnicas internacionales sobre educación en sexualidad. Un enfoque basado en la evidencia de la UNESCO en los que se dice sobre la educación sexual que: “Debe ser científicamente precisa, gradual, adecuada a cada edad y etapa de desarrollo, con base en un currículo que abarque objetivos, conceptos y mensajes clave con una base estructurada, impartida dentro y fuera de entornos educativos, integral, basada en un enfoque de derechos humanos e igualdad de género, relevante en relación con la cultura y adecuada al contexto y transformativa que contribuya a la formación de una sociedad justa y solidaria al empoderar a las personas y comunidades, promocionar aptitudes de pensamiento crítico y fortalecer una ciudadanía activa”.

    Disponer de una educación sexual de calidad hace posible que ésta se viva en libertad, basada en la comunicación, el respeto y el placer, además de dotar a las personas de los conocimientos y estrategias que les ayuden en el funcionamiento normal de la actividad sexual.

    La exposición de los beneficios de la educación sexual, evidencia por contraste, las consecuencias de una inexistente educación sexual o una educación sexual deficitaria que plantea dificultades en colectivos vulnerables: las personas con diversidad funcional, las personas LGTBI+ , migrantes o quienes sufren violencia sexual; y en los profesionales, dificulta el diseño de materiales y herramientas para conocer las necesidades y las distintas realidades de las personas, que mejoren la calidad de la intervención sanitaria, la promoción, la investigación… teniendo en cuenta los determinantes sociales y de género.

    La falta de educación sexual no elimina la necesidad de obtener información sobre sexualidad, que aboca a hacerlo por vías no contrastadas y de escasa fiabilidad, cómo la pornografía, las webs, los chats, redes de dudosa credibilidad… con resultados de actividad sexual banalizada, de desvalorización de las mujeres, con representaciones de agresiones sexuales y relaciones de poder y desigualdad, además de otras muy alejadas de lo que la sexualidad debería representar en la vida de las personas.

    Nuestras hijas e hijos, igual que las personas adultas y mayores, se merecen una educación sexual de excelencia que les convierta en personas que valoren relaciones de igualdad y generen vinculaciones afectivas basadas en el respeto y la negociación. Valores generalizables a su comportamiento como hombres y mujeres libres y felices.

    María Honrubia es psicóloga y profesora titular en la Escuela de Enfermería de la Universidad de Barcelona.