Confederación Sindical de Comisiones Obreras | 20 abril 2024.

OPINIÓN

Decidir y actuar en consecuencia, de Elena Blasco Martín

    Elena Blasco Martín, secretaria confederal de Mujeres e Igualdad de CCOO escribe el siguiente artículo de opinión para El Siglo de Europa.

    05/04/2021.
    Elena Blasco.

    Elena Blasco.

    La vida es un cúmulo de decisiones o, dicho de otro modo, las decisiones son parte de la vida.

    Las hay difíciles o fáciles, las hay que se meditan y otras que se toman por impulso, bajo un “no hay ovarios”. Muchas, incluso derivan del simple pasar de la vida a lo largo de los años. Fueran como fuesen, todas ellas, para bien o para mal, tienen sus consecuencias.

    Decidir debería ser una opción personal bajo la premisa de la libertad y especialmente de la posibilidad de escoger al menos entre dos alternativas, pero no siempre sucede así. Y de este modo, a lo largo de la vida y, dependiendo incluso de la época que nos haya tocado vivir, tomamos decisiones constantemente, desde las más insignificantes hasta las más complicadas, y sus consecuencias nos acompañarán el resto de nuestra vida.

    Hace poco más de quince meses, se tomó la decisión de formar el primer Gobierno de coalición de la historia de nuestra democracia. Una coalición progresista que se plasmó bajo el llamado “Un nuevo acuerdo para España”. Un texto aún vigente que recoge el preacuerdo alcanzado entre el PSOE y Unidas Podemos con el que ambas formaciones políticas tomaron la decisión de asumir la responsabilidad y el compromiso de defender la libertad, la tolerancia y el respeto a los valores democráticos. Una decisión que les une para toda la legislatura y cuyos ejes prioritarios se centran en dar respuesta a los principales retos de la sociedad española.

    Una decisión que seguramente no fue fácil ni cómoda, pero que ha marcado la historia política de este país y, probablemente, dio inicio a toda una deriva democrática basada en pactos, cesiones, negociaciones, acuerdos y, en definitiva, en más decisiones que serán el reflejo de la diversidad ideológica del país, porque no es esperable que vuelvan a existir mayorías absolutas en la dirección de un Gobierno.

    Hoy, apenas quince meses después y con más de una actuación y decisión personal o colegiada de abandonar carteras y responsabilidades en la composición de ese Gobierno de coalición inicial, el texto con los once ejes de actuación no se ha completado ni en la mitad de su contenido.

    Valga como muestra el primer eje: “Consolidar el crecimiento y la creación de empleo de calidad”, donde aún queda pendiente la derogación de la reforma laboral, la subida del salario mínimo interprofesional, la actualización de la normativa nacional a la internacional con las ratificaciones de convenios como el 189 y el 190 de la OIT. O el eje 11, “Una España europea abierta al mundo”, en la que falta todavía la ansiada ley de asilo o el pacto global de migraciones, sin contar con el desarrollo del New Green Deal.

    Por supuesto que se ha desarrollado otra buena parte del acuerdo programático de Gobierno, y muchas de estas materias, con mayor o menor acierto, han avanzado en medio de una crisis sanitaria sin precedentes que inevitablemente sigue provocando sus efectos en el ámbito económico y social.

    Pero es imprescindible admitir que quedan elementos tan importantes como la Ley de Vivienda y más concretamente la regulación de los alquileres, una verdadera reforma en pensiones que garantice la calidad y la dignidad de las personas al final de su proyecto de vida, una reforma fiscal de justicia y con equilibrio, y por supuesto las políticas feministas que deben capilarizar todo el acuerdo; todos ellos ejemplos de lo que las desavenencias internas y otras causas han impedido desarrollar.

    Aún hay tiempo para poder cumplir los compromisos, asumir la responsabilidad y sobre todo solventar los descontentos y las dudas que puedan generarse; también la falta de interés provocada por algunas decisiones que últimamente acaparan el primer plano político. Porque, aunque humanamente sea comprensible, puede que políticamente no sea así. Es una lastima que últimamente lo político parezca ser el problema.

    Estamos ante una esfera repleta de decisiones basadas en la prioridad y la urgencia de la acción a desarrollar, en vez de hacerlo en el bienestar colectivo, que es lo que debería armar la acción política. Así se genera desconfianza en la calidad democrática.

    Esperemos que ciertas decisiones unipersonales no oscurezcan la ilusión de ese Gobierno de coalición que busca según sus propias palabras: “Colocar a España como referente en la protección de los derechos sociales en Europa”.

    No podemos olvidar que una de las libertades que más ha costado a este país es la opción de votar libremente a quien consideremos que mejor nos representa. Y así, si existe una decisión a la que se debe atender y que no se puede defraudar, es la de asumir las consecuencias de cumplir lo pactado y responder a la voluntad que ciudadanos y ciudadanas han decidido en las urnas.