Confederación Sindical de Comisiones Obreras | 19 abril 2024.

OPINIÓN

Todo lo vivido, ¿nos hará mejores personas?, de Elena Blasco Martín

    Artículo de opinión de Elena Blasco Martín, secretaria confederal de Mujeres e Igualdad de CCOO, publicado en la revista digital El Siglo de Europa el 19 de mayo de 2021.

    26/05/2021.
    Elena Blasco.

    Elena Blasco.

    LLEVAMOS semanas entre el desconcierto, el asombro y la decepción de ver cómo ciudades de todo el territorio nacional se han llenado de personas que celebraban la finalización del estado de alarma, como si se tratara del fin de una guerra y estado de sitio.

    En los inicios de esta pandemia, salimos a los balcones para aplaudir la entrega y profesionalidad de las y los esenciales. Descubrimos los beneficios de vivir en vecindarios y comunidades y repetimos, hasta la saciedad, el mensaje de “Todo saldrá bien”.

    Ahora, en esta etapa post-Covid, ya podemos intuir que la memoria es selectiva, que a las personas esenciales, aun siéndolo, ya no se las tiene tan en cuenta, y que ese mismo vecindario y comunidad que antes alabábamos ahora parece que entorpece la realización de nuestros deseos. Que el único mensaje que nos interesa es el de nuestra “libertad”, una libertad mal entendida.

    A lo largo de estos largos meses, hemos visto que esta crisis, que fue sanitaria en sus inicios, se convirtió rápidamente en económica y social; una realidad que sólo se podrá solucionar cuando seamos capaces de aprender la lección correcta de esta pandemia: responsabilidad y solidaridad.

    Ni la parte sanitaria se va a solucionar a través de milagros, como insistió en repetir Donald Trump: “Va a desaparecer. Un día, como un milagro, desaparecerá”. Ni el componente económico y social, a base de aumentar las desigualdades económicas y sociales.

    Afortunadamente la ciencia, la investigación y el desarrollo han permitido la elaboración en tiempo récord de sistemas de contención del virus a través del espectro de vacunas disponibles en el mercado internacional. Ahora nos toca asumir lo más complicado: garantizar el acceso, distribución y aplicación de forma justa y equitativa. La vacuna por sí sola, ni muchísimo menos sus distintos nombres, nos salvarán de esta pandemia. Necesitamos confianza en ella y dosis suficientes para todo el mundo y, sólo así, terminaremos con este virus.

    ¿Pero qué pasa con las consecuencias económicas y sociales de la crisis? Es conocido el dicho de que “la guerra es mala, pero peor es la posguerra”. Pues bien, aun inoculando vacunas para los más de 7.800 millones de personas que somos actualmente en el mundo, no acabarán ni la pobreza, ni el racismo, ni la desigualdad de género.

    Esta crisis ha funcionado como aumentador de estos problemas, y al mismo tiempo como un acelerador de transiciones en marcha, como la demográfica, climática, industrial y digital; procesos que han seguido adelante a pesar de que el mundo se parara de repente y se encerrara en los hogares. Y esa continuidad ha provocado que se realizaran de manera descontrolada, desregularizada y abocada a mayores niveles de desprotección, precariedad y explotación laboral.

    Tan esenciales han sido sectores, tareas, ocupaciones, profesiones y actividades (mayoritariamente feminizados), que ni el Covid-19 ha conseguido que pararan, y ante ello, sólo han podido reformularse o reinventarse en novedosas formas y relaciones laborales que desgraciadamente no han sabido valorar, ni gratificar el esfuerzo de las personas que han seguido y siguen en esa primera línea de batalla.

    Es el caso de todos los servicios sociosanitarios, de asistencia, cuidado, educación, empleo del hogar, alimentación, transporte de mercancías y personas, etc. Todas ellas profesiones esenciales antes y después de esta crisis. Bienes y servicios con un alto nivel de informalidad para las personas trabajadoras, pero cuyos empleadores han visto incrementadas las ganancias y beneficios como resultado del aumento de la demanda que esta misma crisis ha producido.

    No voy a insistir en la utilidad del Diálogo Social a la hora de dotar de sensatez y proponer soluciones prácticas a situaciones concretas, pero las muestras sobran, sobre todo de cara a ese objetivo de salir de esta crisis con el propósito de ser mejores personas. Un último ejemplo, la llamada ‘ley de los riders’, una ley que supone el importante avance de reconocer la relación laboral de las personas trabajadoras de las plataformas de reparto. Derechos laborales individuales y colectivos básicos como el horario, la jornada, el salario, la prevención de riesgos laborales, etc. No reconocidos hasta el momento ni para ellos y ellas, ni para muchas otras personas trabajadoras también esenciales como las de servicios, atención y cuidado, que siguen deseando escapar de la trampa que se esconde en la mal llamada “economía colaborativa”.

    Así que la próxima vez que decidas celebrar tu “libertad” sin distancia de seguridad, sin mascarilla y sin respeto a los aforos y otras indicaciones sanitarias, piensa que esta crisis nos ha mostrado desigualdad, precariedad y pobreza, pero también igualdad de condiciones ante un virus que afecta a ricos y pobres, juventud y vejez. Hay que tener claro que sólo seremos mejores personas si actuamos de forma inteligente y solidaria, cuidándonos y cuidando a los demás.