Confederación Sindical de Comisiones Obreras | 16 abril 2024.

REVISTA "TRABAJADORA"

Diversidad sexual y de género / Mujeres LTB, la doble discriminación, de Miriam Correas González

    Si nos remontamos a la época de la dictadura franquista podemos decir que las mujeres LBT pasamos desapercibidas. Principalmente por la idea imperante de que las mujeres somos seres asexuados, que las relaciones femeninas se circunscriben a los afectos. 

    12/04/2022.
    Cabeza de mujer de frente. Maruja Mallo.

    Cabeza de mujer de frente. Maruja Mallo.

    Esa idea, desgraciadamente, persiste. Esto no es algo característico de ser LBT, sino de ser mujer en sí. La dictadura franquista, con sus secciones femeninas, entrenaba a las mujeres para ser el complemento y el sustento del varón, entendían nuestra sexualidad como receptáculo de los deseos y necesidades del hombre, nos concebían como seres heteronormativos y, si el plan no te gustaba, siempre tenías salidas: el convento, la locura o la soltería al servicio del resto (cuidado de familiares…)

    A finales de los 70 comienza el movimiento LGTB en España, el llamado orgullo gay, hasta que en los años 90, y de la mano del movimiento feminista, pasó a ser orgullo LGTB. Esto no es una simple casualidad, se trata de la invisibilización a la que las mujeres hemos sido sometidas a lo largo de la historia porque, en definitiva, somos hijas de nuestra historia, de nuestra cultura.

    ¿Y cómo es ser mujer y lesbiana en el ámbito laboral?

    Yo a esto le añadiría ¿Cómo es ser mujer, lesbiana y sindicalista en un sector tan masculinizado como es industria? Porque soy todas esas cosas…

    No voy a mentir: no es fácil. Ya es complicado ser mujer en un sector tan masculinizado como industria pero si, además, le añades que eres sindicalista, lesbiana, bisexual o transexual lo que te encuentras es una discriminación de doble o triple nivel.

    ¿Lo que más duele?

    Sin duda alguna, al menos para mí, lo que más me duele es ser consciente de que hay compañeras LBT que te miran “en la clandestinidad”, que saben que estás, que eres visible y que te admiran por ello y que, pese a todo, no dan el paso por cuestiones culturales, de edad o por miedo; prefieren permanecer sufriendo, en silencio. 

    Hace algunos años, una compañera, de una generación muy diferente a la mía, vino a hablar conmigo, a desahogarse, a sentirse ella misma dentro del ámbito laboral aunque fuera sólo un instante. Hacía años que se había casado con una mujer y renunció a su permiso retribuido por matrimonio por el simple hecho de tener que decir que era lesbiana. Una compañera, cuya mujer estaba hospitalizada y no podía acompañarla por no haber reunido el valor de decir quién era, que lloraba y que, cuando le preguntaban, decía que tenía una amiga muy enferma.

    Esto me lleva a una gran reflexión: las mujeres que consiguieron que el orgullo gay se llamase orgullo LGTB, para no dejar a ninguna atrás, las mujeres que consiguieron que sus entornos sociales y familiares entendieran que lo suyo no era amistad sino una relación de pareja, las generaciones de luchadoras, activistas y feministas, las mujeres que en cierto modo facilitaron el camino a todas las que llegamos después y a las que les debemos mucho, esas mujeres merecen que la lucha continúe, que no se dé ni solo paso atrás, que no nos conformemos con lo que tenemos.

    Nos queda un largo camino por recorrer compañeras

    Sí, nos queda un largo camino por recorrer y debemos hacerlo juntas, porque lo hicimos con el feminismo y lo haremos con la diversidad LBT. No está todo hecho. Aunque hayamos avanzado mucho en derechos, las mujeres LBT ni si quiera tenemos los mismos derechos que las mujeres heterosexuales. ¿Cabe en la cabeza de alguien que una mujer heterosexual tenga que adoptar a su propio hijo/a biológico/a? Pues desgraciadamente en las familias cuyas progenitoras son dos mujeres, una de ellas, en este caso la no gestante, tiene que adoptar a su propia hija/o. 

    Nos queda mucho por hacer. Nos queda al menos romper con los estereotipos, los prejuicios, el machismo, la LGTBIfobia, hacer de los centros de trabajo lugares seguros para personas, para toda la diversidad de personas, eliminar los armarios, las discriminaciones, los miedos, las tasas de paro que tienen las mujeres trans. Y no es un trabajo que vayan a emprender las empresas precisamente. Es algo que CCOO tiene que abordar, porque si en algo tenemos experiencia como sindicato de clase es en impulsar movimientos sociales: el movimiento obrero, el movimiento feminista, el movimiento LGTBI+. En definitiva, nosotras propiciamos y preservamos la democracia en este país, cueste lo que cueste y sin rendirnos nunca.