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Sociedad/ Una visión de género ante los retos laborales del cambio climático, de Azahara Merino Martos

    05/12/2023.
    Fotografía de Txefe Betancort.

    Fotografía de Txefe Betancort.

    LA CRISIS CLIMÁTICA es el desafío más determinante de nuestra época no sólo por la magnitud del fenómeno sino también por la escala e intensidad que alcanza sus impactos disruptivos. Éstos afectan a todas las esferas de la vida -económica, social y laboral- constituyendo una seria amenaza para la propia sostenibilidad de nuestras sociedades.

    Numerosos estudios de la comunidad científica, entre ellos los del Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático, el IPCC por sus siglas en inglés, pone en evidencia los impactos del calentamiento del sistema climático y sus efectos multiplicados en los diferentes ámbitos. En su Informe de síntesis, de marzo de 2023, condensa toda la evidencia disponible respecto a ello y realiza proyecciones sobre los efectos a corto plazo. Por ejemplo, en relación a la salud de las personas, indica que aumentará la mortalidad y morbilidad humana relacionadas con el calor. También, aumentarán las enfermedades transmitidas por los alimentos, el agua o los vectores (organismos que transmiten enfermedades infecciosas a las personas) así como los problemas de salud mental (1). Señala también que cada vez se darán más impactos combinados al mismo tiempo, como olas de calor y sequías.

    Por otro lado, los efectos combinados del cambio climático producen pérdidas económicas en diversos sectores productivos, tales como: la agricultura, la ganadería, la silvicultura o el turismo, provocando una mayor competencia por los recursos a la vez que supone cargas adicionales para las economías y las instituciones de los países, por ejemplo, los fenómenos meteorológicos extremos pueden exacerbar la escasez de agua y conducir a incrementos notables de los precios de los alimentos. Además, las pérdidas aparejadas de los sectores productivos conllevarán pérdidas de puestos de trabajo y deslocalizaciones de empresas a zonas menos afectadas. Esto agrava o multiplica los factores de presión ya existentes como son: la pobreza y la desigualdad, los desplazamientos de las poblaciones (convirtiendo a muchas personas en “refugiadas climáticas”), la inestabilidad política y las tensiones sociales.

    Es importante resaltar que los impactos distributivos de esta crisis climática se distribuyen de forma desigual tanto en términos sectoriales como geográficos. Asimismo, los efectos no se distribuyen de forma homogénea en la población incidiendo especialmente en los grupos más vulnerables. Según el Plan Estratégico de Salud y Medio Ambiente 2022-2026 del Gobierno de España, los ejes de desigualdad son: territorio, etnia, edad, clase social y género.

    Las desigualdades de género se manifiestan en aspectos tales como: que las mujeres y las niñas se ven más afectadas por los desplazamientos y movimientos migratorios provocados por los fenómenos relacionados con eventos meteorológicos y climáticos y geofísicos debido a una situación previa de desigualdad estructural; en un mayor impacto en la salud y en un mayor registro de pobreza energética (2).

    Efectos laborales

    CABE DESTACAR los efectos laborales de esta crisis desde la perspectiva de género. Una primera cuestión a resaltar es que la repercusión en el empleo femenino, tanto en el corto como en el medio plazo, puede ser fundamentalmente por los impactos directos del cambio climático en los sectores productivos o bien por las políticas o medidas desarrolladas para mitigar dichos impactos -como es el caso del cierre de la actividad minera en nuestro país, un sector altamente masculinizado pero que lleva aparejado otras actividades como son los sectores de servicios y comercio y el sector de limpieza los cuales también sufren pérdidas de empleo y suelen estar ocupados en su mayoría por mujeres.

    Uno de los sectores productivos especialmente afectado en España por el cambio climático es el turismo, que abarca de forma directa o indirecta a actividades con una proporción significativa de empleo femenino como la hostelería, el comercio y la limpieza.

    Por otro lado, los datos estadísticos reflejan una baja participación de las mujeres en las actividades relacionadas con las economías verdes, y tal y como señala el estudio El empleo de las mujeres en la transición energética justa en España (2023). Según recoge la International Renewable Energy Agency (IRENA) en un estudio de 2019, para los 144 países que cooperaron, la participación media femenina en el sector de las energías renovables es del 32%; en puestos STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por su acrónimo en inglés), del 28%; en puestos no STEM, del 35%; y en puestos administrativos, del 45%. Estas cifras reflejan, además de estar la media por debajo del 48% de la participación en el mercado laboral global, que las mujeres están infrarrepresentadas en los puestos técnicos, aunque en puestos administrativos su participación pueda considerarse equilibrada. Así pues, se observa una desigualdad de género no sólo en términos cuantitativos sino también en términos cualitativos, es decir, la dificultad para acceder a los órganos directivos -de gestión y de toma de decisiones- y que, entre otras consecuencias, amplía aún más la brecha salarial. Un nuevo informe de esta agencia, publicado el 28 de septiembre de 2023, remarca que el empleo en el sector de las energías renovables sigue desigualmente repartido entre hombres y mujeres. La tecnología solar presenta el mejor equilibrio de género en comparación con otros sectores, con un 40% de empleos ocupados por mujeres.

    Esta situación se explica tanto por factores estructurales que determinan la persistencia de brechas de género en el mercado de trabajo (por ejemplo, la desigual corresponsabilización en los cuidados), como por otros más específicos que dificultan el acceso a los potenciales nuevos empleos verdes (como la menor participación en estudios STEM).

    Todo esto justifica la necesidad de incorporar la dimensión de género en todas las políticas de transición justa, especialmente en las medidas de cualificación y/o recualificación para asegurar un acceso equitativo -esto podría incluir inversiones, programas específicos y medidas especiales en áreas donde las mujeres están subrepresentadas como son en los estudios STEM-. También, garantizar la participación plena y equitativa de las mujeres en todas las fases de formulación, implementación y evaluación de las iniciativas, políticas y programas, fomentando su liderazgo.

    La aplicación de algunas de las líneas de las bases del pensamiento ecofeminista -por ejemplo en el tiempo no remunerado dedicado a los cuidados y en la necesidad de corresponsabilizar el trabajo- constituye en este escenario un elemento imprescindible -y que debería cobrar una renovada atención- para impulsar una transición justa a un modelo económico más sostenible y con mayor justicia social para el conjunto de trabajadoras y trabajadores.

    Azahara Merino (@AzaharaMerino) es doctora en Ciencias Ambientales y técnica en la secretaría confederal de Transiciones Estratégicas y Desarrollo Territorial de Comisiones Obreras @ResilienciaCCOO.

    Revista Trabajadora, n. 80 (noviembre de 2023).

    (1) Existen impactos que pueden considerarse indirectos y se manifiestan a través de los efectos del cambio climático sobre aspectos sociales, como por ejemplo la seguridad alimentaria, la capacidad laboral, el impacto sobre el sistema sanitario y el desplazamiento de la población.

    (2) En 2020, los hogares monoparentales (donde el 81,4% de los casos son mujeres) y los hogares unipersonales de persona de 65 o más años son los grupos que más sufren por los gastos desproporcionado en energía.