Confederación Sindical de Comisiones Obreras | 28 marzo 2024.

La EPA del segundo trimestre refleja la ralentización de la creación de empleo

    La Encuesta de Población Activa del segundo trimestre de 2016, aunque positiva, refleja la ralentización en la creación de empleo, son los peores datos desde el cuarto trimestre de 2014, y la precariedad del empleo que se genera: 2 de cada 3 son contratos son temporales, y 9 de cada 10 empleos creados están en actividades de temporada y de bajos salarios, comercio y hostelería, y la construcción.

    28/07/2016.
    La EPA refleja la relantización de la creación de empleo

    La EPA refleja la relantización de la creación de empleo

    "Los datos de la EPA del segundo trimestre de 2016 revelan la debilidad cuantitativa y cualitativa de la recuperación de la economía española", ha advertido el secretario de Acción Sindical de CCOO, Ramón Górriz.

    Para CCOO, si bien es cierto que se crea empleo, también lo es que este es de carácter temporal y localizado en las actividades vinculadas a la campaña turística – prácticamente el 90% del empleo creado ha sido en el comercio y la hostelería - y ahora, nuevamente, en la construcción. De los 271.400 nuevos ocupados, 241.300 están en estas actividades que tienen un carácter de temporada evidente: desde las contrataciones por rebajas en el comercio hasta el aumento sensible del empleo en la hostelería vinculada a la punta de actividad turística que tiene nuestro país, con un turismo basado en el sol y la playa.

    Este carácter estacional de la actividad se traslada al tipo de empleo que se crea, ya que modelo productivo y calidad del empleo están directamente relacionados. 2 de cada 3 nuevos ocupados en el segundo trimestre de 2016 tienen un contrato temporal. Expresado en cifras absolutas, hay 166.300 asalariados más con contrato temporal y solo 86.400 nuevos contratos indefinidos, lo que permite suponer que cuando acabe el verano muchas de estas personas volverán al desempleo.

    En términos desestacionalizados el empleo creció solo el 0,29 %, poco más de 50.000 empleos, esto es, menos de la quinta parte de la tasa sin desestacionalizar. Estos datos reflejan la debilidad de la recuperación en términos cualitativos porque la actividad y el empleo siguen dependiendo de los servicios vinculados a actividades de temporada, que en muchos casos es de bajo valor añadido y por lo tanto el empleo que genera es temporal y de bajos salarios. Por lo tanto, seguimos atrapados en el modelo previo a la gran recesión porque no se ha avanzado nada en la configuración de una estructura productiva más sólida y competitiva.

    Pero el dato más novedoso del segundo trimestre es el que pone en evidencia la debilidad cuantitativa de la recuperación, porque aún siendo positivos los datos del mercado de trabajo en 2016, son los peores desde que en 2014 la economía española volvió al crecimiento: En el segundo trimestre de 2014, el empleo aumentó en 402.400 personas; en el mismo trimestre de 2015 lo hizo den 411.800 personas y ahora en 2016 lo hace solo en 271.400.

    Estos datos ponen de manifiesto una profunda desaceleración en la generación de empleo, que enciende la alerta sobre la intensidad de la recuperación de la economía. El dato de 2018 está más cerca de lo que sucedió en 2011 —en medio de la recesión— que en 2014/2015. Una desaceleración en el empleo que confirma la tasa de variación del mismo en términos anuales, porque el dato de segundo trimestre de 2016 es el peor desde el IV trimestre de 2014: en tasa anual el empleo aumentó el 2,4 % ahora, el dato más bajo desde final de 2014 en el que creció el 2,5 %.

    Esta ralentización en la actividad económica y en el empleo es muy preocupante, porque no hay que olvidar que aún estamos muy lejos de recuperar el nivel de empleo previo a la recesión: si se compara el dato de 2016 con el del mismo trimestre de 2008, aún faltan 2.345.900 empleos para volver al nivel que teníamos antes de empezar a caer en el agujero de la gran recesión.

    España es uno de los escasos países de la UE que aún no se recuperó en términos de empleo de los efectos de la crisis y por lo tanto no se puede permitir un parón en su recuperación antes de alcanzar ese nivel perdido. Si para toda la UE volver a la recesión —en el peor de los casos— o a un crecimiento bajo es un problema, para nuestro país sería una catástrofe: volver a ser golpeados por una nueva crisis antes de habernos recuperado de los efectos de la anterior.

    La cifra del paro pone de evidencia este riesgo: en nuestro país, a pesar de la reducción de los últimos trimestres, todavía hay 4.574.700 personas que buscan empleo y no lo encuentran. Es la cifra más alta de la UE en valores absolutos y la segunda después de Grecia en tasa de paro.

    También en este punto el dato positivo de 2016 es sin embargo el peor desde 2013. La reducción en 216.700 personas de la cifra de paro en el segundo trimestre de 2016 contrasta negativamente con los 310.400 parados menos en el mismo trimestre de 2014 o los 295.600 de 2015.

    Sin embargo, lo peor del desempleo en España es el enorme peso que tiene el denominado paro de larga duración: en nuestro país hay 2.662.500 personas que llevan más de un año en desempleo, de los cuales casi 2 millones están sin trabajo desde hace más de dos años. Esta es una situación dramática, porque la mayoría de las personas son expulsadas del sistema de protección por desempleo, y aumenta de forma exponencial el riesgo de no volver a tener trabajo, lo que supone condenar a la exclusión a 2 millones de personas que pueden convertirse en parados crónicos.

    Hay dos características que agravan la situación del desempleo en nuestro país. Por un lado aún hay 1.493.800 hogares en los que todos sus miembros están en paro. Y por otro, a pesar de la ligera reducción en los últimos trimestres, hay 693.600 hogares en los que no existe ningún ingreso laboral, ni salario, ni pensión, ni prestación por desempleo.

    En síntesis, los datos positivos del segundo trimestre de 2016 también reflejan una preocupante ralentización en comparación con 2015 y 2014, que demuestran las debilidades cualitativas y cuantitativas de la recuperación.