Confederación Sindical de Comisiones Obreras | 19 abril 2024.

REVISTA TRABAJADORA, N. 69 (FEBRERO DE 2020)

Migrantes subsaharianas: fuertes, poderosas y resilientes, de Carmen Briz Hernández

    HELENA MALENO es la portavoz más visible de la organización de derechos humanos Caminando Fronteras presente en Tánger (Marruecos), además es la coordinadora de un interesantísimo estudio titulado Alzando voces. Análisis de discursos y resistencias de las mujeres migrantes subsaharianas en Marruecos y editado por Alianza por la Solidaridad, a propósito del cuál la entrevistamos.

    24/02/2020.
    Helena Maleno, ilustración de Margalida Vinyes, de la campaña mujeres defensoras de derechos de la Universidad de Baleares. Cedida por Helena Maleno.

    Helena Maleno, ilustración de Margalida Vinyes, de la campaña mujeres defensoras de derechos de la Universidad de Baleares. Cedida por Helena Maleno.

     

    ESTA ENTREVISTA tiene lugar a través de videoconferencia y es interrumpida en varias ocasiones por lamadas telefónicas a nuestra entrevistada. Tiene que atenderlas. Las llamadas provienen de dos pateras que se encuentran en este momento en el agua. De una de ellas no se escucha el motor. Es bastante probable que se encuentren con dificultades. Le pregunto si es la que está perdida desde el 25 de enero, probablemente con rumbo a Canarias (ella misma lo contaba en un tuit la noche antes): “Tenemos la esperanza de que sean ellos. Vamos a ver”. Precisamente por recibir este tipo de llamadas y alertar a Salvamento Marítimo se vio envuelta en una causa judicial en Marruecos acusada de un presunto delito de tráfico de seres humanos y favorecimiento de la inmigración ilegal, que inició la policía española, y que, hace justo un año, fue archivada. Muchas organizaciones, entre ellas, Comisiones Obreras, se sumaron a la campaña de apoyo hacia esta activista.

    Helena Maleno Garzón nace hace 49 años en El Ejido (Almería) y estudia periodismo: “Trabajaba en temas de videoarte político relacionado con construcciones feministas y sobre todo la frontera sur española”. Llega a Tánger en el año 2002 para realizar un trabajo en vídeo y una exposición donde comienza a trabajar en investigación de acción participativa relacionada con migraciones. Pasa el tiempo y finalmente decide quedarse a vivir, junto a su familia, en esta ciudad marroquí.

    Helena Maleno, de pequeña, aprendió mucho de mujeres muy cercanas: “Mi madre y mi abuela eran jornaleras. Las mujeres de mi barrio eran mujeres empobrecidas pero trabajadoras, jornaleras, de base, con un discurso político muy fuerte y que luchaban por encontrar un resquicio en medio de una dictadura tan feroz. Mi abuela nunca quiso que perdiéramos esa memoria histórica. Siempre me recuerdo escuchando radios extranjeras. Empecé militando con 13 años en un colectivo de medio ambiente que había en El Ejido. Todo mi imaginario y mis recuerdos son de mujeres que han luchado por defender sus derechos desde diferentes trincheras”.

    ¿Qué es Caminando Fronteras?

    Las comunidades migrantes tienen una forma de autoorganización que va más allá del discurso que nos venden de las mafias, que el ser humano necesita los tránsitos migratorios de esos grupos que le facilitan el paso, muchos de ellos grupos criminales terribles, pero también necesita de redes de apoyo y de solidaridad. También se construye como ciudadanía.

    Somos un colectivo de base que trabaja de manera horizontal con otras formas de autoorganización, de supervivencia y de defensa de derechos en frontera, trabajábamos creando redes.

    Recibí la primera llamada de alerta en el año 2007 de un chaval al que habíamos llevado al hospital que, de repente, se encontró en medio del mar y dijo: “A ésta que me llevó al hospital, la voy a llamar, porque me estoy ahogando”. Y a partir de ahí todo empezó a crecer de forma natural. De esa forma orgánica que tiene la vida es como defendemos derechos. Empezamos a trabajar en lo que las propias comunidades migrantes ya trabajaban, denunciaban la construcción de un “territorio de frontera” con leyes propias, un espacio de no derecho. Frente a esas políticas de muerte esas personas estaban intentando construir políticas de vida. Y nosotras, lo que estamos haciendo es estar ahí, acompañar, apoyar e intentar ser una parte de esa construcción de las políticas de vida.

    Es la coordinadora del estudio Alzando voces. Análisis de discursos y resistencias de las mujeres migrantes subsaharianas en Marruecos ¿Por qué surge la necesidad de elaborar este estudio cualitativo?

    Trabajo haciendo investigación-acción participativa con metodologías de investigación comunitarias. Hice esta investigación en mitad de todo el procedimiento judicial contra mi persona por parte del Gobierno marroquí, fue durísimo hacerla y escribirla. Para mí fue una enseñanza porque queríamos analizar los discursos de resistencia de las mujeres y contar los relatos de otra forma, esos relatos que nosotras construimos desde un privilegio y que ellas están construyendo desde otra situación, porque normalmente no tienen espacio en los debates.

    Alianza por la Solidaridad me dio la confianza plena de dejarme contar las cosas de esta forma. El tema de la trata ha sido muy controvertido porque al final ha servido para maquillar lo que sucede en la frontera. El cuerpo de las mujeres es usado para maquillar todo el sistema: víctimas, pobrecitas, qué malas son las mafias. Cuando es la propia policía del control de fronteras quien debe proteger a las víctimas de trata. El discurso de la trata ha servido para limpiar la imagen de todas las brutalidades, de toda la “necropolítica” que se aplica en la frontera. Y las propias mujeres lo saben. O sea: “Nos usan las mafias, pero también nos usa el control de fronteras”.

    Las organizaciones sociales, en España, necesitan de la UCRIF (Unidad Central de Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales) para intervenir, porque está muy “policializada” la intervención de la trata. Es terrible. En otros países existe otro tipo de policías con perfiles más judiciales que se encargan de defender a las víctimas de trata.

    Las migrantes subsaharianas han pasado de ser “invisibles” a ser “víctimas” y sujetas de conmiseración, ¿para cuándo “sujetas de derechos”?

    Las políticas de la compasión han sido una de las bases de la socialdemocracia. Nos permiten tener la industria humanitaria de ayuda que no va por los servicios sociales oficiales, sino que va a través de las organizaciones sociales que se subcontratan. Y esa industria humanitaria nos ha permitido salvar la imagen del hombre blanco, colono, europeo, que es lo que nos permite decir que somos la “Europa de los derechos humanos”.

    Sin embargo, tenemos muy poca cultura de lo que son los derechos humanos, de la reparación. Y una democracia se tiene que basar en esa cultura. El territorio de frontera no es solo Ceuta y Melilla y Andalucía. El territorio de frontera es cuando nosotros damos dinero a países terceros para externalizar el control. El neocolonialismo permite que Europa amplíe ese territorio de frontera.

    Lo que quieren estas mujeres es que sus cuerpos dejen de alimentar los intereses de la guerra de las empresas armamentísticas que invierten en control migratorio, que dejen de alimentar su sufrimiento; quieren convertirse en “sujetas de derecho”. Frente a todos los informes oficiales que se nos presentan está este estudio, Alzando voces, que viene del sufrimiento de los cuerpos que están dando dinero a ese entramado comercial.

    También hay que acabar con el racismo: cuando no se hace lo imposible por rescatar a subsaharianos del mar, o cuando llegan al CETI (Centros de Estancia Temporal de Inmigrantes) de Ceuta o Melilla o a los centros de acogida hay protocolos racistas. Hay que escuchar a los colectivos antirracistas. Determinado feminismo está trasnochado porque no está entendiendo esa interseccionalidad y esa realidad de otras mujeres que no tienen privilegios simplemente por su color de piel y por cómo el sistema se construye contra ellas.

    Las violencias que reciben las mujeres vienen como: “Algo inevitable, porque es también una forma de supervivencia”, se dice en el estudio. ¿Podría explicarlo?

    Ellas afrontan violencia machista desde distintas partes, incluso los propios compañeros de las comunidades migrantes. La violencia sexual es una parte a pagar dentro del precio del proyecto migratorio.

    Violar sistemáticamente a las mujeres forma parte también de ese imaginario del control migratorio de la guerra de fronteras. El sufrimiento, los cuerpos de las mujeres además dan dinero a las industrias criminales, es decir, la trata, la explotación de esos cuerpos da una serie de beneficios también a las industrias criminales. Luego está que las mujeres además se quedan embarazadas y cómo se gestionan esos embarazos, cómo ellas no deciden sobre lo que está pasando dentro de sus cuerpos.

    Las organizaciones sociales decían “Es horrible, las mujeres han normalizado la violencia sexual”. Y las mujeres decían: “Normalizar la violencia sexual lo hemos transformado en un instrumento de resistencia, porque si no, morimos. Y por lo tanto, sabemos que nos va a pasar y gestionamos nuestros cuerpos en la medida de lo posible”

    ¿Cuál es la procedencia de las migrantes subsaharianas en Marruecos?

    Son jóvenes y la mayoría vienen del África occidental. Hay muchas mujeres de Guinea Conakry, Costa de Marfil, Camerún, Nigeria (muchas han sido abandonadas por las redes de trata o se han asentado en Marruecos para rehacer sus vidas, ya no tienen capacidad para cruzar más fronteras) y de República Democrática del Congo, desde donde huyen porque se está viviendo un conflicto bélico muy duro.

    Algunas decidieron la ruta terrestre, otras la ruta por avión, por Casablanca. Quienes llegaron por tierra ya han sido violentadas sexualmente durante el trayecto y saben de la dureza de la frontera. Quienes lo hicieron por avión viven el impacto violento de la frontera al llegar. La mayoría se tienen que dedicar a la mendicidad (una de ellas me decía: “Sí, yo me levanto y voy y mendigo a tal o cuál ONG,”. O sea, veía también el pedir en las ONG como mendigar) o a la prostitución o a entregarse a una red de trata para poder cruzar. Nunca habían visto un racismo tan brutal, que te escupan, que te digan “negra”… Eso de que la piel te esté marcando todo el tiempo es algo que ellas destacaban mucho también en el estudio.

    ¿En qué consisten los denominados “desplazamientos forzosos”?

    Hay un acuerdo tácito. Lo que no quieren los Gobiernos es que los migrantes estén en el norte, intentando cruzar. Hay redadas e incluso se traslada y desplaza a personas que tenían documentación del país o un pequeño trabajo o a un menor ya escolarizado. Eso significa estar pendiente de salir corriendo si vives en el bosque o si estás mendigando. Eso significa que tu vida está marcada, que puede haber una redada y detenciones. Quienes viven más lejos de las fronteras tienen más derechos garantizados. Esta inequidad ha dolido mucho a las organizaciones pro derechos humanos marroquíes, porque Marruecos hizo un esfuerzo muy grande desde distintas administraciones públicas en la integración de personas migrantes (salud, educación, inscripciones de los niños en el Registro Civil), se dieron pasos importantes en los últimos cinco años. Llega 2018 y de repente empiezan unas redadas brutales, con acuerdos de Europa y con dinero de Europa, y todo el mundo que vivía en el norte es desplazado al sur.

    Explican que sus entrevistadas se movieron de forma autónoma de sus países, por voluntad propia, ¿son ellas quienes decidieron iniciar el proceso migratorio?

    Nos repiten como si fuera un mantra el efecto llamada. Pero es que no existe un efecto llamada, existe un efecto salida, un efecto expulsión. Uno de los negocios más importante del mundo ahora mismo es el negocio del control migratorio. Las mujeres deciden de forma autónoma, ante esa situación de expulsión, salir porque los riesgos son terribles. Y en esa tesitura toman sus propias decisiones. En medio de todo ese sistema ellas están apostando por la vida. Y eso es lo que las mujeres estaban haciendo en los territorios y lo que las mujeres están haciendo cuando defienden el derecho a la movilidad, defendiendo la vida.

    Muchas mujeres lo que desean es depender de sí mismas, ser autónomas, ganar su propio dinero y tomar decisiones. Está en todos sus discursos. De hecho ya están tomando sus propias decisiones. Son mujeres increíbles, mujeres lideresas que están defendiendo sus derechos en estos contextos tan difíciles.

    ¿Las mujeres están empezando a autoorganizarse a pesar de las dificultades para sobrevivir cada día? ¿Cómo es el acercamiento entre migrantes y autóctonas?

    Las mujeres tienen sus redes de subsistencia, de supervivencia, sus redes comunitarias, y sus lideresas van marcando el camino de la defensa de sus derechos. Hay una mujer de República Democrática de Congo que es presidenta de una comunidad migrante. Y van marcando su propia agenda de ser visibles y de tener presencia dentro de la movilidad, dentro de ese tránsito migratorio. Al final todas estas lideresas están muy invisibilizadas, cuando son las primeras que están defendiendo el derecho a la libertad de circulación, un derecho reconocido en la Declaración Universal de Derechos Humanos.

    Marruecos está copiando las prácticas europeas en relación a la cooperación para el desarrollo. Y sigue habiendo una brecha muy grande entre las autóctonas y las migrantes, porque éstas últimas suelen ir a organizaciones de migración y no a asociaciones de mujeres, pero muchas organizaciones que trabajan con migrantes no tienen un enfoque de género ni saben cómo trabajar con mujeres.

    Es muy importante crear redes entre mujeres en tránsito, mujeres que se están moviendo, con autóctonas. Hay experiencias de contacto, foros en los que se han puesto en común los problemas que les atraviesan a unas y a otras. Hay que crear ese tipo de redes, esas alianzas y esa solidaridad, pero no es tan fácil, cuesta muchísimo por cómo está construido todo el tema de la solidaridad.

    Muchas de las mujeres en tránsito acaban trabajando en el servicio doméstico para poder sobrevivir.

    El servicio doméstico es brutal porque a muchas de las mujeres, primero, se les retiene el pasaporte. Si estás interna trabajas día noche por el salario mínimo. Y están muy expuestas a los abusos sexuales, que eso también se da dentro del servicio doméstico. La mayoría son senegalesas. Las condiciones son terribles, muy malas.

    Se tomaron su tiempo cuando les preguntaron sobre el cuidado y autocuidado…

    Sí, no entendían de lo que estábamos hablando, claro. Vives en un bosque, donde tienes que ir a buscar el agua y andar cinco kilómetros para poder lavarte. Pero se lavaban todos los días. O sea, mantener esa rutina que las unía a su condición de ciudadanía. Eso era cuidarse. Y claro, luego te decían: “Pero, claro, si voy a mendigar o voy a alguna organización, cuando más sucia y menos limpia vaya mejor”. Era impresionante. Pensé: “¡Cuánta dignidad en esto que están contando!”.

    Se cumplen estos días los 6 años de la tragedia del Tarajal, ¿qué le pediría a este nuevo Gobierno de coalición?

    Este Gobierno en coalición tiene la oportunidad de hacer mil cosas. Con respecto al Tarajal, se tenía que haber comenzado un proceso de verdad y reparación, explicar bien a las familias lo que estaba sucediendo, que pudieran venir, ver el lugar donde murieron y ser recibidas por las administraciones públicas. También tiene que romper la base del racismo institucional, que permite ese control de fronteras, y aplicar políticas de muerte en los territorios de frontera. Podemos dejar que las supervivientes de la trata no estén tocadas por el control migratorio y encontrar otras policías que puedan jugar ese rol junto con las organizaciones sociales. Podemos empezar porque no sucedan esas devoluciones en caliente, ni en caliente ni en exprés. Con solo hacer un gesto hacia políticas de vida ya se recordará a este Gobierno de coalición.

    Carmen Briz (@MamenBriz) es periodista y forma parte del equipo de la Secretaría Confederal de Mujeres e Igualdad de Comisiones Obreras.

    Revista Trabajadora, n. 69 (febrero de 2020).