Confederación Sindical de Comisiones Obreras | 19 abril 2024.

2014- Chidi King (CSI): "La justicia de género debe convertirse en una realidad y no seguir siendo una aspiración".

    En diciembre de 2002 "Trabajadora" entrevistaba para su número 6 a Elsa Ramos, entonces directora de Igualdad de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL) a quien preguntamos sobre la participación femenina en las estructuras sindicales. La CIOSL es ahora la Confederación Sindical Internacional (CSI) (http://www.ituc-csi.org/) a cuyo frente, como secretaria general, se encuentra Sharan Burrow. La actual directora de Igualdad de la CSI, Chidi King, escribe una pequeña reflexión sobre cómo ha variado la situación de las trabajadoras y las sindicalistas 12 años después. Gracias a Chidi King y a Carmen Smenjaud por la traducción al castellano.

    07/01/2015.
    Chidi King, CSI.

    Chidi King, CSI.

          EN LOS ÚLTIMOS 30 AÑOS se han visto muchos avances para las trabajadoras, tanto en el mundo laboral como en el ámbito personal. Se están uniendo a la fuerza laboral más mujeres que nunca y obtienen su independencia económica; y también se están uniendo a los sindicatos. Más de 70 millones de trabajadoras están ahora representadas en los sindicatos y  han construido un legado de derechos y de protección en el lugar de trabajo. Las sindicalistas -sólo por dar algunos ejemplos- han sido fundamentales en la negociación de los salarios más justos, en la negociación de pagas y licencias por maternidad y/o paternidad y a la hora de exigir el derecho a la lactancia, tiempo libre para cuidar de las personas dependientes y licencia por enfermedad pagada.

          Cada vez más mujeres ocupan puestos de liderazgo en política y en negocios y, por supuesto, en las organizaciones sindicales. Sin ir más lejos, la CSI está ahora dirigida por Sharan Burrow.

          Hace casi 20 años, en 1995, los gobiernos adoptaron la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing -una hoja de ruta innovadora para los gobiernos, la sociedad civil y los actores del sector privado- para lograr la justicia de género en 12 áreas críticas, incluyendo: la desigualdad en las estructuras económicas y políticas, la creciente carga de la pobreza femenina y la violencia machista. Beijing, junto con la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer, ha proporcionado herramientas de gran alcance para las feministas y los derechos de las mujeres en todo el mundo. En 2015, las Naciones Unidas examinarán los progresos realizados en la aplicación de la Declaración de Beijing. El reflejo será contrastado.

          La adopción, en 2011, del Convenio de la OIT sobre el Trabajo Decente para Trabajadoras y Trabajadores Domésticos también marcó un momento importante para el movimiento sindical, ya que puso de relieve el valor del trabajo de millones de mujeres y es el principio del reconocimiento del trabajo doméstico como el trabajo que permite otras tareas. La campaña llevada a cabo por la CSI, la UITA, la Federación Internacional de Trabajadores Domésticos y otras asociaciones ha ganado el derecho a unos salarios mínimos o superiores, a la protección social y a la regulación del tiempo de trabajo para millones de personas.

          A pesar de estos avances, los retos siguen siendo significativos. El 70% de personas pobres del mundo son mujeres. La brecha salarial mundial entre géneros es de casi un 23%. Las mujeres siguen estando sobrerrepresentadas en los empleos precarios e inseguros y sin acceso a la protección social y constituyen la gran mayoría de quienes trabajan en la economía informal.

          El colapso de los mercados financieros mundiales en 2008 y la crisis económica mundial que siguió ha hecho la vida más difícil para las familias trabajadoras de todo el mundo. Muchos gobiernos han optado por dar prioridad a los poderosos intereses corporativos por encima del bienestar de su propia ciudadanía. Los ataques a los derechos sindicales y laborales - en la clase obrera - también han traído consigo un aumento del trabajo informal y precario que afecta a la calidad de los puestos de trabajo, especialmente para las mujeres. Pero cuando la austeridad, en lugar de impuestos razonables, es la opción ideológica contundente, las personas sin recursos y las mujeres son quienes más sufren. Los recortes de los servicios públicos, en especial los servicios de salud y de asistencia social, ponen una mayor responsabilidad sobre los hombros de las familias -y en última instancia de las mujeres- para proporcionar estos servicios de forma individual. Estos recortes también restringen la capacidad de las mujeres para participar efectivamente en el mercado laboral, puesto que luchan por equilibrar el trabajo remunerado con el trabajo de cuidado no remunerado. La carga doble o incluso triple para equilibrar la vida laboral, familiar y sindical vuelve a convertirse en un problema muy grande para las trabajadoras. La falta de acceso a servicios de cuidado de calidad y públicos también está contribuyendo a la aparición de una cadena mundial de cuidados: las mujeres que migran para realizar el trabajo doméstico en otros países a menudo dejan a sus propios hijos atrás, a quienes cuidarán otras personas de la familia, a su vez.

          Otro gran problema para las trabajadoras es el aumento de la violencia machista tanto en el trabajo como en el hogar. Esto no sea quizás un fenómeno sorprendente dada la naturaleza del mundo del trabajo hoy en día y el aumento del estrés que supone para quienes trabajan y sus familias. Las mujeres, por ejemplo, que trabajan en determinados sectores, como la industria de las plantaciones de flores, la industria textil y de la confección y el trabajo doméstico pueden ser particularmente vulnerables a la violencia y al mismo tiempo menos capaces de oponerse a ella dada su posición relativamente débil -económica y socialmente hablando- y también por la pobre densidad sindical en estos sectores. El movimiento sindical está haciendo campaña para conseguir un convenio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para hacer frente a la violencia de género en el trabajo. El hecho de que no exista ningún instrumento internacional que cubra el alcance real del problema es grave y requiere atención urgente.

          La CSI está redoblando sus esfuerzos para hacer que las organizaciones sindicales sean más equitativas, más sensibles al género y más representativas en todos los niveles. Esto es lo que pretende hacer la campaña Cuente con nosotras. Los objetivos de la campaña -a alcanzar para 2018- incluyen una meta del 30% de representación de mujeres en los órganos rectores del 80% de las organizaciones miembros del Consejo General de la CSI y un aumento del 5% de la membresía femenina de cada afiliada a la CSI que se inscriba a la campaña. Hasta ahora casi 100 afiliadas se han inscrito y se están elaborando los planes de acción para alcanzar los objetivos de la campaña. Entre otros, se construirá una agenda económica dirigida a las mujeres, lo que aumentará la tasa de actividad laboral femenina, la creación de empleos decentes en la economía del cuidado y promoverá una distribución más equitativa de las responsabilidades familiares entre géneros.

          Todavía hay un largo camino por recorrer. Pero de aquí a 30 años el paisaje debería ser muy distinto: con medidas para la transición de la economía informal a la formal, con empleos mejor remunerados, sin brecha salarial de género, con reconocimiento del valor del cuidado y con responsabilidades colectivas para proveerlo, además, la estructura del trabajo debe permitir equilibrar el trabajo y la vida familiar y personal, y por último, los sindicatos deben ser más fuertes a través de la organización de mujeres y hombres y la igualdad de acceso a puestos de influencia. La justicia de género debe convertirse en una realidad y no seguir siendo una aspiración.

          Deseo terminar este texto deseando felicidades a la revista Trabajadora en la celebración de sus 30 años.


    In the past 30 years we have seen many advances for women in the world of work and in the personal sphere.

    More women than ever are joining the labour force and gaining economic independence; and more women than ever are joining trade unions. More than 70 million women workers are now represented in trade unions. These women have built a legacy of winning rights and protection in the workplace. Trade union women have been instrumental in negotiating fairer wages, in winning paid maternity and paternity leave and the right to breast feeding facilities at the workplace; time off to care for dependants; and paid sick leave - to give just a few examples.

    We also see more women occupying positions of power in politics and business and, of course, in our own trade union organisations. The ITUC is now led by a woman! Almost 20 years ago, in 1995, governments adopted the Beijing Declaration and Platform for Action - a groundbreaking road map for governments, civil society and private sector actors to achieve gender justice in12 critical areas, including ? inequality in economic structures and policies, ? the increasing burden of poverty on women, and ? violence against women.

    This, together with the Convention on the Elimination of Discrimination against Women, have provided powerful tools for feminists and women's rights advocates everywhere. In 2015 the United Nations will review the progress made on implementing the Beijing Declaration. We expect the picture to be mixed.
    The adoption in 2011 of the ILO Convention on Decent Work for Domestic Workers also marked a significant moment for our trade union movement. It brought the work of millions of women out of the shadows and is the beginning of recognition of domestic work as the work that enables all other work. The Domestic Workers Campaign led by the ITUC, the IUF, the (now) International Domestic Workers Federation, and other domestic workers associations has won the right to minimum or higher wages, social protection and regulation of working time for millions of domestic workers.

    Despite these advances, the challenges remain significant. 70 percent of the world's poor are women. The global gender pay gap is almost 23 percent. Women are still overrepresented in precarious, insecure jobs without access to social protection and form the vast majority of workers in the informal economy. The collapse of global financial markets in 2008 and the ensuing global economic and jobs crisis has, of course, made life more difficult for working families everywhere. Too many of our governments have chosen to prioritise powerful corporate interests over the well-being of their own citizens. Attacks on trade union and labour rights - on the working class - have also brought with them an increase in informal and precarious work affecting the quality of jobs for all, but especially for women. And when austerity, rather then fair taxation, is the overwhelming ideological choice, the poor and women suffer most. Cuts to public services, especially health and social care services, place a greater responsibility on the shoulders of families - and ultimately women - to provide these services individually.

    These cuts also restrict women's ability to participate effectively in the labour force as they struggle to balance paid work with unpaid care work. The double or even triple burden of balancing work, family and trade union responsibilities is again becoming a very big issue for women workers. Lack of access to quality, publicly provided care services is also contributing to the rise of a global care chain: women migrating to perform domestic work in other countries, often leaving their own children behind to be cared for by others.

    Another big issue for working women is the apparent rise in gender-based violence both at work and in the home. This is perhaps not a surprising phenomenon given the nature of the world of work today and the increased stress that this places on workers and families. Women, for example, working in certain sectors such as the flower plantation industry, the textile and garment industry and domestic work may be particularly vulnerable to violence whilst at the same time less able to challenge it given their relatively weak position economically and socially, and poor trade union density in these sectors. The trade union movement is campaigning for an ILO Convention to address gender-based violence at work. The fact that there is no single international labour instrument that covers the real scope of the problem is a serious gap that requires urgent attention.

    We are also redoubling our efforts to make our organisations more equitable; more gender responsive and representative at all levels. This is what the ITUC's Count Us In campaign is aiming to do. The campaign's objectives -to be reached by 2018- include a target of 30% representation of women in the decision making bodies of 80% of ITUC general Council member organisations and a 5 percent increase in women's membership of each ITUC affiliate that signs up to the campaign. So far almost 100 affiliates have signed up and are producing action plans to achieve the campaign objectives. The campaign also aims to construct an economic agenda for women, which would increase women's effective labour force participation, create decent jobs in the care economy for women and men and promote more equal sharing of family responsibilities between women and men.

    We know we still have a long way to go. But 30 years from now the landscape must be very different. Measures to transition from the informal to the formal economy must create better quality, better paid jobs for women and men; the gender pay gap must shrink; the true value of care must be recognised and responsibility for providing it must be a collective one; the structure of work must allow women and men to balance work and family life; trade unions must be stronger through organising women and men and ensuring equal access to positions of influence. And gender justice must become a reality; not remain an aspiration.

    Congratulations to revista Trabajadora in celebrating its 30 years!