Confederación Sindical de Comisiones Obreras | 29 marzo 2024.

REVISTA TRABAJADORA, N. 67 (JUNIO DE 2019)

POR EL MUNDO/ Ecofeminismo e impacto medioambiental, de Azahara Merino

    AZAHARA MERINO escribe sobre cambio climático, calentamiento global, la quema de combustibles fósiles, la crisis ecológica y las movilizaciones juveniles que se están sucediendo en diferentes países europeos y de cómo el ecofeminismo siempre ha hecho una crítica radical hacia el crecimiento ilimitado impuesto por el sistema capitalista. No te lo pierdas!

    29/08/2019.
    Fotografía de Txefe Betancort.

    Fotografía de Txefe Betancort.

    UNO DE LOS principales problemas globales que afectan al medio ambiente es el cambio climático. De hecho, los últimos estudios indican que la situación es de “urgencia climática”. El informe especial sobre el calentamiento global de 1.5ºC elaborado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (Intergovernmental Panel on Climate Change, IPCC, por su siglas en inglés), y publicado en octubre de 2018, afirma claramente que el mundo ya se ha calentado 1ºC debido a la actividad humana y alerta de la necesidad de limitar el calentamiento muy por debajo de los 2ºC y continuar los esfuerzos para limitarlo a 1.5ºC, de lo contrario, los cambios en el sistema climático y en las actuales formas de vida serán irreversibles.

    El calentamiento global está afectando ya a personas, ecosistemas y medios de subsistencia en todo el mundo. Ya se notan efectos como el recrudecimiento e intensificación de la frecuencia de los fenómenos climatológicos extremos, el aumento del nivel del mar, el deshielo, el empobrecimiento en recursos hídricos, la disminución de la producción agrícola o la acentuación de las amenazas a la biodiversidad marina y terrestre. Además, el cambio climático tiene efectos adversos en la salud de las personas, especialmente en las más vulnerables, con menos recursos para adaptarse a los cambios, y causa pérdidas económicas, pues afectan a sectores productivos como la agricultura, la ganadería, la silvicultura o el turismo. Todo esto conlleva desplazamientos de poblaciones, convirtiendo a muchas personas en “refugiadas climáticas” e incrementando la pobreza y la desigualdad. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el cambio climático podría provocar 250.000 muertes más cada año a partir de 2030.

    El actual modelo energético, basado en la quema de combustibles fósiles, es el principal causante del cambio climático. Por ello, la lucha contra el cambio climático exige que se afronte, con urgencia, transformaciones profundas en la forma de producir y consumir la energía. Urge una transición energética, necesariamente hacia energías renovables, sin dejar a nadie atrás, es decir, con criterios de justicia social que tengan en cuenta a trabajadoras y trabajadores y los territorios afectados por el declive de los sectores contaminantes. CCOO, en línea con lo que defiende la Confederación Internacional de Sindicatos (CSI) y la Confederación Europea de Sindicatos (CES), exige una transición energética justa, entendida ésta como una transición hacia una economía con bajas emisiones de carbono y resistente al clima, que maximiza los beneficios de la acción climática para la creación de empleo decente y minimiza los efectos negativos para trabajadoras y trabajadores y sus comunidades.

    Es evidente que la crisis ecológica, que se está viviendo, ha hecho eco en la sociedad. Así se ve reflejado en los nuevos movimientos sociales, como por ejemplo, las movilizaciones juveniles que se están dando en muchos países europeos. La gente joven exige justicia climática y reclama a los partidos políticos que tomen medidas ambiciosas, efectivas y de inmediata rapidez para frenar el cambio climático.

    La óptica del ecofeminismo

    POR OTRO LADO, y paralelamente a las movilizaciones juveniles, se están dando otro tipo de manifestaciones en el nuevo escenario de la transición energética. Mujeres de numerosas organizaciones sociales y de ámbitos tan dispares como el universitario, las instituciones públicas, las cooperativas energéticas, de empresas que inician su propio proyecto en el sector de la energía, etc., se están organizando para abordar la transición energética desde la óptica del ecofeminismo. Así pues, las mujeres deben estar en el centro de esta transición, deben existir criterios de género que incorporen a las mujeres en los nuevos sectores económicos y en la toma de decisiones. Y es que, según datos del Instituto Europeo por la Igualdad de Género, más del 80% de los puestos de responsabilidad en materia de cambio climático están ocupados por hombres, incumpliendo lo citado en la ley española, en este caso, la Ley Orgánica 3/2007 para la igualdad efectiva de mujeres y hombres: “La presencia de mujeres y hombres de forma que, en el conjunto a que se refiera, las personas de cada sexo no superen el sesenta por ciento ni sean menos del cuarenta por ciento”. La participación de las mujeres en la transición energética y el desarrollo sostenible ayudará a acelerar los cambios culturales y socioeconómicos al ritmo que exige la urgencia climática.

    El ecofeminismo no es una corriente nueva, sino que nace en los años 70 como una línea de pensamiento o movimiento activista que explora las sinergias que tienen el feminismo y el ecologismo. No hay un solo ecofeminismo sino varias tendencias diferentes, en polémica actualmente. No obstante, todos comparten la visión de la subordinación de las mujeres a los hombres, la sobreexplotación y la destrucción de la naturaleza tienen la misma raíz. Es decir, establecen causas comunes en la dominación patriarcal y la supeditación de la naturaleza a la obtención de beneficios económicos.

    El ecofeminismo hace una crítica radical al modelo de desarrollo basado en la competitividad del mercado y en un crecimiento ilimitado impuesto por el sistema capitalista, inviable en un planeta con recursos finitos. De esta manera, y partiendo de los principios que dicen que los seres humanos son eco-dependientes (dependen de la naturaleza para sobrevivir y forman parte de ella) e interdependientes (dependen de sus semejantes), se hace necesario repensar y cambiar los modos en que se relacionan las personas, entre sí y con su entorno, con una perspectiva feminista.

    Tradicionalmente se le ha atribuido a las mujeres determinados roles y papeles relacionados con las tareas cotidianas del cuidado de la vida, fuertemente devaluadas e infravaloradas, haciéndolas invisibles a la mirada androcéntrica. El ecofeminismo defiende la corresponsabilidad de hombres y mujeres en el hogar y pretende hacer visible el sometimiento, tanto de la naturaleza como de las mujeres.

    La transición energética es ya incuestionable y las directrices normativas, tanto internacionales como nacionales, obligan a realizarla, si bien las inercias patriarcales siguen presentes y los hombres siguen ocupando posiciones de privilegio y de poder. El nuevo movimiento social, que está surgiendo, toma los principios básicos del ecofeminismo reivindicando el papel de las mujeres en el nuevo escenario.

    En 2018, un grupo mixto de profesionales de la energía publicaron el manifiesto: En energía, no sin mujeres, suscrito por profesionales y activistas, las personas firmantes se comprometían así a abstenerse de participar en eventos sobre el sector energético, de más de dos ponentes, que no cuenten con al menos una mujer en calidad de experta. Se recogen también apoyos de mujeres así como de organizaciones y empresas que se comprometen a no participar en eventos que no cumplan estos criterios y a respetar el criterio de composición equilibrada en los actos que se organicen.

    Por otro lado, en 2017, fue creada la plataforma Red Mundial de Mujeres para la Transición Energética (Global Women´s Network for the Energy Transition, GWNET) cuya finalidad es empoderar a las mujeres en el sector de la energía a través de la creación de redes interdisciplinares, la promoción, la formación, la tutoría y los servicios relacionados con los proyectos y la financiación. La plataforma destaca la necesidad de poner de manifiesto el liderazgo de las mujeres en las distintas actividades de mitigación y adaptación al cambio climático en todo el mundo y visibilizar sus aportaciones en el campo energético desde todos los sectores profesionales.

    La Confederación Sindical de Comisiones Obreras está comprometida en la lucha contra el cambio climático, de hecho fue una de las primeras organizaciones sindicales del mundo en reivindicar una profunda transformación del modo de consumir y de producir. Sin duda estas transformaciones van a causar una revolución, en lo social y lo laboral, donde trabajadoras y trabajadores no pueden ser las víctimas. La transición justa -en lo económico, social y laboral- solo se puede hacer a partir del diálogo social, entre empresarios y sindicatos, entre sociedad y economía, entre hombres y, como elemento fundamental de equidad, con un fuerte protagonismo de mujeres.

    Azahara Merino (@AzaharaMerino) forma parte del equipo de la Secretaría Confederal de Medio Ambiente y Movilidad de Comisiones Obreras.