Confederación Sindical de Comisiones Obreras | 25 abril 2024.

REVISTA TRABAJADORA, N. 69 (FEBRERO 2020)

Esperanza de vida o la vida de esperanza en personas trans, de Francisco González García y Carmen Briz Hernández

    LA ESPERANZA de vida de las personas depende fundamentalmente de las condiciones que tengan y, en este sentido, la población trans es especialmente vulnerable. Así comienza este artículo de Francisco González y Carmen Briz.

    04/03/2020.
    Trans, igualdad laboral #CCOOVisibiliza.

    Trans, igualdad laboral #CCOOVisibiliza.

    LA ESPERANZA de vida de las personas depende fundamentalmente de las condiciones que tengan y, en este sentido, la población trans es especialmente vulnerable. Hasta 1979 la homosexualidad y la transexualidad eran perseguidas y condenadas en nuestro país, además la aparición del sida a primeros de los años 80, y su intencionada relación con la comunidad LGTBI+, contribuyó a estigmatizarnos aún más. No fue hasta 1989 cuando desapareció del Código Penal como “delito de escándalo público”.

    En el año 1999 se comenzó a prestar atención a las personas transexuales desde la sanidad pública (sólo en Andalucía) y no fue hasta el año 2007 que se modificó la ley para obtener un DNI cuyos datos estuvieran acordes con nuestra identidad. En la segunda década de este siglo se han promulgado leyes en las comunidades autónomas sobre derechos de las personas trans; aunque no en todas, ni con el mismo contenido.

    En 2016, se anunció el compromiso expreso por parte del Gobierno de promover la igualdad y la no discriminación de trato por motivos de orientación sexual e identidad de género en el ámbito educativo.

    Muchas personas trans nacidas en la segunda mitad del siglo pasado fueron condenadas a penas de prisión, trabajos forzados o al internamiento en centros psiquiátricos, algunas sufrieron violaciones correctivas y otras fueron sometidas a terapias de conversión. Hubo quien optó por formalizar un “matrimonio forzoso” para escapar de la represión, simulando una vida normativa. Hubo quienes, poniendo en riesgo su salud y su vida, se sometieron a tratamientos hormonales sin intervención sanitaria posible, así como a implantes de silicona no testados o a sórdidas cirugías. La carencia de derechos humanos trajo consigo abusos y malos tratos.

    La inclusión de las personas trans en el mundo laboral era un imposible y fueron condenadas a la pobreza. Los únicos refugios fueron el mundo del espectáculo, la prostitución y un sinfín de trabajos de supervivencia en trabajos precarios. Muchas simularon su identidad como pudieron y accedieron a trabajos penosos o nocturnos, sin relación con el público. De la mayoría de aquellas personas ni siquiera se tiene constancia. Pero estas durísimas condiciones de vida traen consigo secuelas físicas y psicológicas. Las consecuencias del rechazo familiar temprano, el escapar del lugar de origen en soledad, de haber sobrevivido casi sin recursos económicos, sin posibilidad de formación, sin atención sanitaria especializada se hacen sentir especialmente en las personas mayores trans.

    En cuanto a las personas trans nacidas a finales del siglo pasado, aunque han vivido bajo el paraguas de la democracia, no por ello han estado mejor consideradas, ni han tenido entornos amables. En 1980 la transexualidad se incorpora por primera vez al ámbito sanitario y lo hace a través del DSM (1) que la considera enfermedad mental. Sin apenas información ni referentes, sin un marco legislativo ni educativo que las protegieran de la discriminación, del acoso o de las agresiones ni que las permitieran mostrarse tal como eran… sin más atención sanitaria que no fuera la psiquiátrica.

    Las personas trans nacidas en este siglo lo han hecho de la mano de internet y han asistido al nacimiento de las redes sociales; han presenciado una mayor apertura social, así como la aprobación de algunas leyes trans. Sin embargo, falta una ley integral trans para todo el territorio nacional, se demora la adaptación del currículo en los centros educativos y la educación afectivo-sexual, los protocolos sanitarios están obsoletos y el personal sanitario carece de formación específica al igual que quienes trabajan en residencias de tercera edad, las empresas se resisten a la contratación de personas trans y las trabas administrativas siguen contribuyendo a la discriminación de las personas trans. Los casos de suicidio, especialmente entre menores, deberían estar en el primer foco de atención.

    El “estigma trans” no puede seguir poniendo en riesgo nuestra salud y nuestras vidas ni la de nuestras familias. Aunque se han producido importantes avances, no podemos obviar el discurso coercitivo y falaz de quienes quieren devolvernos a la marginalidad, la culpa, la vergüenza, el desprecio, el abandono, la soledad, el miedo, la pobreza, la enfermedad y la muerte. Queremos transformar una “esperanza de vida” incierta en vidas llenas de esperanza y en ello seguiremos trabajando.

    Francisco González es activista LGBTI+ y sindicalista de base de Comisiones Obreras (@FSCdeCCOO) y Carmen Briz (@MamenBriz) es periodista y forma parte del equipo de la Secretaría Confederal de Mujeres e Igualdad de Comisiones Obreras.

    (1) El DSM (Diagnostic and Statisfical Manual of Mental Disorders, Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales), libro de cabecera de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría y referencia en la psiquiatría a nivel mundial.

    Revista Trabajadora, n. 69 (febrero 2020).