Confederación Sindical de Comisiones Obreras | 19 abril 2024.

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Trabajadoras en tiempos del COVID-19: En cuestión de género no volvamos a la 'vieja' normalidad, Carmen Adela Sabio Sanz

    Debido a la pandemia se están profundizando en las desigualdades que ya existían en la vieja normalidad, exponiendo las vulnerabilidades de los sistemas sociales, políticos y económicos que, a su vez, amplifican los impactos de la pandemia. Esta crisis ha afectado tanto a hombres como a mujeres, pero no a ambos de la misma forma. Había ya grandes desequilibrios en la distribución por género del trabajo de cuidado no remunerado antes de que el coronavirus se convirtiera en una pandemia.

    02/12/2020.
    Carmen Adela Sabio Sanz, secretaria de Muller e Igualdade de Sindicato Nacional de CCOO de Galicia, fotografía de Xerardo Uz.

    Carmen Adela Sabio Sanz, secretaria de Muller e Igualdade de Sindicato Nacional de CCOO de Galicia, fotografía de Xerardo Uz.

    EL ACTUAL contexto ha causado un aumento de la demanda de trabajo de cuidados que está profundizando aún más en las desigualdades ya existentes, en la división del trabajo por género y ha enfatizado la doble carga de las mujeres, quienes buscan generar ingresos mientras absorben más tareas en el hogar, lo que les pone en desventaja económica.

    Algunos de los principales efectos de esta pandemia es que está potenciando las desigualdades estructurales que llevan décadas sin corregirse, así como el abandono de los sistemas de salud, la vulnerabilidad de las trabajadoras del sector informal, la pobreza, las deficiencias del sector educativo y las desigualdades de género. Las personas más vulnerables ante esta crisis, tanto económica como de salud pública, son las mismas que han sido olvidadas por el sistema durante mucho tiempo: las pobres, las mayores, niños y niñas en situación de vulnerabilidad, migrantes y, de manera especial, las mujeres que se encuentran en todas estas situaciones antes mencionadas.

    En Galicia, un territorio afectado por la dispersión territorial y el crecimiento negativo demográfico, el desempleo aumentó más entre los hombres que entre las mujeres, pero eso no evita que las gallegas soporten el 57,5 % del desempleo. Partiendo de que las mujeres participamos menos en el mercado laboral, ocupamos más puestos de trabajo temporales y, sobre todo, estamos más presentes en la jornada parcial; percibimos salarios y prestaciones inferiores, continúa manteniéndose la segregación horizontal y vertical y, continuamos siendo las principales implicadas en el cuidado de las familias y los hogares, agravando la pandemia “la vieja normalidad” y el problema de la conciliación.

    En Galicia, la faceta social de los cuidados está muy feminizada, el 72% de la población inactiva gallega que no se planteaba encontrar un empleo era femenina a finales del 2019.

    Se trata de un mercado laboral aún muy sesgado por los roles tradicionales de género, en el cual los empleos a tiempo completo y con mejores salarios se encuentran en las ocupaciones más masculinizadas, mientras que el espacio reservado para las mujeres sigue siendo el de los cuidados, y cuya extrapolación al mercado laboral se traduce en ocupación en sanidad, servicios sociales, administración y educación. Se trata de una coyuntura sistémica que provoca, además, esa doble jornada de las mujeres.

    Es preciso que haya una respuesta efectiva adaptada a los territorios, pues las dificultades de las mujeres para afrontar la actual crisis se multiplican en las áreas rurales en donde la mayoría actúa como trabajadoras de familia en sus unidades productivas y no se les reconoce su labor ni como mujeres productivas, ni como cuidadoras.

    Existen tres factores que sugieren que esta crisis por la COVID-19 afecta económicamente más a las mujeres. En primer lugar, están regresando a su trabajo más lentamente, y en condiciones más desventajosas. Segundo, un 53% de las trabajadoras se concentra en sectores que han sido más afectados por la pandemia y cuya recuperación podría ser más lenta. Y tercero, las mujeres se encuentran subrepresentadas en los puestos de liderazgo, tanto en el sector público como en el privado. Por ello, proteger al talento femenino debe ser una estrategia para aminorar los efectos económicos de la pandemia y acelerar la recuperación. Favorecer el potencial de las mujeres de manera plena e igualitaria con los hombres promueve el crecimiento sostenible, equilibrado e inclusivo; mejora la representación de las mujeres en las instituciones y los resultados de desarrollo; y, en consecuencia, amortigua los efectos de la crisis. Esto asegurará una reconstrucción mejor después de la COVID-19. Por lo tanto, sería imprescindible centrarnos en tres objetivos: aumentar el número de mujeres en el trabajo formal, redistribuir las tareas de cuidado no remunerado y fomentar la participación de mujeres en la toma de decisiones.

    Estamos enfrentando el deterioro del empleo y de las condiciones de vida de las mujeres por causa de la pandemia, pero también por las desigualdades precedentes a esta situación. Debemos tener claro que el fracaso de las mujeres es el fracaso de una sociedad. Una política integral de cuidados ha de incluir la provisión de infraestructura para éstos, el reconocimiento, reducción y redistribución de las labores de los cuidados dentro del hogar (por ejemplo, con un nuevo modelo de residencias para mayores), así como campañas para la transformación cultural que impacten en la redefinición de los roles y mejore la participación de las mujeres en el mercado laboral.

    Las desigualdades de género convierten a las mujeres en un agente esencial para la contención, respuesta y recuperación frente a la pandemia. Las políticas y estrategias que se desarrollen deben entender esto tanto para enfrentar la emergencia sanitaria, económica y social, como para poder transformar la sociedad en un sistema más igualitario y justo. Por esto, en cuestión de género que no volvamos a la “vieja normalidad”.