Confederación Sindical de Comisiones Obreras | 19 abril 2024.

OPINIÓN

¿Tiene género la economía?, de Elena Blasco Martín

    Elena Blasco Martín, secretaria confederal de Mujeres e Igualdad de Comisiones Obreras, escribe el artículo de opinión "¿Tiene género la economía?" para El Siglo de Europa.

    02/12/2020.
    Elena Blasco.

    Elena Blasco.

    HAY QUIEN considera que la economía en sí no tiene sexo ni género, que es la utilización de esa disciplina la que determina si un sistema económico es machista o feminista. Pero, al fin y al cabo, ¿qué es la economía en sí? ¿Se puede concebir una economía al margen de las personas que la gestionan y la aplican? No todo es tan sencillo: somos las mujeres y los hombres a través de nuestras interpretaciones culturales quienes aplicamos al dinero, como base de esa disciplina, la capacidad subjetiva de proporcionar igualdad o desigualdad.

    A lo largo de los años, la representación popular del dinero hace incluso que tengamos una visión masculina o femenina, positiva o negativa, atendiendo a la carga subjetiva que se le haya dado en cada momento. Y así, desde aquellas famosas 30 monedas de plata por las que Judas Iscariote traicionó a Jesús de Nazaret, según el Evangelio de Mateo en el Nuevo Testamento cristiano, la representación del deseo incontrolado y el afán excesivo de poseer riqueza, objetos de valor en cantidades que superan con creces las necesidades de la propia supervivencia o la comodidad personal, es a lo que se le ha denominado avaricia, codicia, etc. Mucha casualidad me parece que cuando el dinero proporciona bienestar sea algo positivo y referenciado en términos masculinos, y cuando genera desigualdad, se utilicen términos femeninos.

    Lejos de seguir analizando la utilización e interpretación del dinero a lo largo de nuestra historia, lo que está claro es que hoy en día nuestro sistema económico actual es capitalista y patriarcal, y el Proyecto de Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2021 y su puesta en marcha puede ser la clave de ese cambio de subjetividad implantado durante años que ha generado esa globalización económica que abunda, más aún, en la feminización de la pobreza a escala mundial.

    La base de la economía es el trabajo, entendido como la ejecución mental o física de una serie de tareas que contribuyen a producir bienes y/o servicios para atender a las necesidades humanas. Es decir, el trabajo no sólo debiera suponer un beneficio económico, sino además contribuir al desarrollo personal y humano de los y las trabajadoras.

    Una de las peculiaridades de esta crisis de la Covid-19 es la capacidad de hacernos ver aquello que no veíamos, y, así, nos hemos dado cuenta de que somos seres interdependientes, de que más tarde o más temprano necesitamos cuidar y ser cuidados y que, sin esa tarea, ese trabajo, el resto de trabajos son imposibles. Si no hay gente que cuide, no hay gente para trabajar y por tanto la economía no funciona.

    Esta premisa es la que debe marcar la formulación de unos PGE que engloben la visión política imperante en este Gobierno de coalición y por ende se enfrenten a los obstáculos a su puesta en marcha que pueda erigir la bancada de la oposición, inmersa en esa política económica neoliberal que, a través de los programas de ajuste estructural, ha reducido la inversión en políticas sociales, especialmente en el ámbito de la salud, la educación y la protección y prestación social.

    Unos recortes y una forma de ver y analizar la economía que han generado precariedad laboral y trabajo gratuito como consecuencia de asumir, en su mayoría mujeres, las tareas abandonadas por los servicios públicos del Estado, y una segregación del mercado laboral o división sexual del trabajo, que infravalora cuantitativa y cualitativamente las tareas y las profesiones que dan respuesta a estos problemas y favorecen el avance del Estado de Bienestar.

    ¿En qué momento de la historia hemos dejado que la teoría económica pase de la premisa de conciliar trabajo y bienestar social y se transforme en desigualdad, explotación, esclavitud y pobreza, especialmente para las mujeres?

    En el Proyecto de PGE para este 2021, se recoge el pertinente Informe de Impacto de Género, con 697 páginas distribuidas con la metodología de las famosas “3-Rs” del modelo sueco: Realidad, Representación y Recursos-Resultados. Supuestamente nos permitirá tener información sobre ese panorama más global, que facilite la toma de decisiones con perspectiva de género que debe acompañar a cada medida, recurso y gasto a desarrollar. Sin ánimo de ser pesimista, he de confesar que más allá de las buenas intenciones manifiestas debemos pensar que la economía tal y como se concibe actualmente sí tiene género, y que retrata las diferencias objetivas que podemos apreciar en el acceso al trabajo, las retribuciones, el tiempo de libre disposición, la salud y el presupuesto público.

    Y si ha hecho falta una pandemia mundial para hacernos ver lo invisible y esencial de los trabajos y profesiones feminizadas, no podemos caer en la ceguera permanente a unos presupuestos públicos que dicen ser para todas las personas, sin analizar quiénes son esas personas, qué servicios se les está ofreciendo y para qué les sirven. Pues tan importante es pensar en quién se gasta el presupuesto, como en qué condiciones están y quién contribuye en mayor medida a ellos. Esperemos que en esta ocasión no se pierda la oportunidad de hacer justicia social con perspectiva de género.