Confederación Sindical de Comisiones Obreras | 24 abril 2024.

REVISTA "TRABAJADORA", N. 77 (FEBRERO DE 2023)

Entrevista a Rosa Montero: "La escritura es como un esqueleto exógeno que te mantiene en pie", de Carmen Briz

    Rosa Montero es la autora de 18 novelas, 4 libros juveniles, 2 de relatos y 11 ensayos de periodismo. Es, entre otros muchos, Premio Nacional de las Letras 2017 y atesora 10 premios periodísticos y otros tantos vinculados a su compromiso social (de derechos humanos, LGTBI+, de defensa de los animales y de enfermedad mental). En 1997, cuando contaba con 46 años y su novela La hija del caníbal salía a la calle, fue entrevistada en esta misma publicación. Regresamos a ella para conversar sobre creatividad y locura y sobre la necesidad imperiosa de leer y escribir para salvarnos, todo bajo la atenta mirada de su perrita Petra.

    27/02/2023.
    Fotografía de Carmen Briz.

    Fotografía de Carmen Briz.

    ROSA MONTERO nos recibe en su casa en Madrid, la ciudad en que nació y hacia la que ha sentido odio total y momentos de amor: “Es una ciudad muy viva, muy abierta, muy babélica. Ahora creo que este es ya un periodo definitivo, en el sentido de que la quiero por cosas muy profundas”. Acaba de llegar de un viaje por diferentes ciudades portuguesas donde ha presentado su último libro, al que ella llama ‘artefacto literario’: El peligro de estar cuerda. Quiere parar y en su cabeza ya tiene fecha para volver a sentarse a escribir. Lleva un ritmo enorme de trabajo, pero eso no le molesta, lo que odia es: “Ser mayor, es un asco hacerse viejo.”, afirma con rotundidad.

    Estudió psicología, simultaneando con periodismo, porque a los 16 años sufrió ataques de pánico: “Y en mi clase social, en mi época, nadie te llevaba a un psiquiatra ni a un psicólogo, eso no existía. Así que empecé a hacer psicología para ver qué me pasaba”. Lo dejó en el 4º curso: “Ìbamos a hacer prácticas al Hospital Gregorio Marañón, que se llamaba Francisco Franco. Y lo dirigía un psiquiatra terrorífico que se llamaba Zenón, que era de la cohorte de los psiquiatras represores. Hubiera dejado la carrera igual, pero ocurrió un suceso brutal con un chaval de nuestra edad, a quien se le aplicó un chute insulínico, que fue determinante para que abandonara”. Además, había comenzado a trabajar como periodista con tan solo 19 años.

    Decía en 1997: “La escritura es un camino de conocimiento, una escalera, lo que aprendes con una novela te sirve para la siguiente”. La buena suerte (2020) fue su última novela, ¿sigue pensando lo mismo?

    Si no aprendes con cada libro, es que lo has escrito mal. Escribir es una manera de vivir, una manera de vivir especialmente intensa. Yo escribo, entre otras cosas, para perderle el miedo a la muerte; soy una persona muy obsesionada por la muerte desde muy pequeña, y los ataques de pánico tienen que ver con ese miedo, aunque cuando lo sufres no lo sabes.

    Cuando tenía 20 años miraba por el rabillo del ojo a la gente de más de 60 y los miraba empavorecida, porque me parecía que eran viejísimas y yo me decía: ‘Dios mío, míralos, si entran y salen y se van al cine y se van a comer y se toman un café en una terraza y están riéndose, y están tan tranquilos, con lo cerca que están de la muerte’. Pensaba: ‘si yo tuviera su edad estaría metida debajo de la cama aullando de miedo’.

    Ahora tengo bastante más edad que esa y no estoy debajo de la cama aullando de miedo, por el momento, así que algo bueno habré hecho, quiero decir, algo habré aprendido para intentar encontrar un lugar en el que puedas colocar la muerte, que no aceptarla, porque además la muerte no se puede aceptar desde la vida; la vida es puro deseo de vivir, es decir, la vida se regocija en vivir, y el primer mandato de la vida es seguir viviendo. Entonces, no se puede aceptar la muerte desde la vida, pero sí la puedes colocar para que no te coma la vida.

    "Escribir nos salva", dice en El peligro de estar cuerda.

    El arte y la belleza nos salva a todos; escribir nos salva a los que escribimos, también a los que leemos. Yo no sé cómo se puede vivir sin leer. Tampoco sé cómo se puede vivir sin escribir.

    Mis primeros cuentos los escribí con 5 o 6 años, de gatitas que hablaban, lo que quiere decir que desde que me recuerdo como persona, porque el recuerdo articulado de uno mismo viene de esa época, escribo. Eso en principio es como un juego. El otro día leí una entrevista con Elvira Lindo que decía: ‘Al principio yo escribía como un juego’. La escritura es como un esqueleto exógeno que te mantiene en pie. Es la estructura de tu personalidad ante el mundo. Más que te salva, es que te permite vivir.

    Sin embargo, tuvo una época en que le abandonó la imaginación.

    La sequía no es solo que no se te ocurran las novelas. Donoso, lo llamaba ‘la seca’ porque se te seca la cabeza. Entonces, es que no tienes ese runrún, ese fragor de imaginaciones. Y creo que lo tenemos todos los que nos dedicamos a estas actividades creativas; y que es tu manera de relacionarte con el mundo. Eso lo he descubierto en El peligro de estar cuerda. Gracias a lo que imaginamos nos podemos relacionar con el mundo. Entonces, cuando tienes un parón es que es una desconexión con la realidad. Ahora, después de documentarme para escribir El peligro de estar cuerda, empiezo a pensar que probablemente hubo algo fisiológico también.

    Afirma que lo que le afecta al ser humano no es lo que le sucede, sino cómo se lo cuenta.

    Lo que nos afecta no es lo que nos pasa, sino lo que nos contamos de lo que nos pasa; somos narración, y si cambias el sentido de la narración, cambias la vida literalmente. Por eso hay tantas terapias que se basan en el cambio de narración. El psicoanálisis clásico se basa en eso. La narración te salva y no te salva. Si te haces un relato malo, te fastidias. Somos fundamentalmente narración y somos una palabra en busca de sentido.

    El estudio más grande que se ha hecho sobre la depresión, que se hizo en 2015, entrevistó a más de 80.000 personas, de 21 países, entre ellos España. Y había montones de preguntas. Trataba de saber qué condiciones, qué circunstancias influían para desencadenar una depresión grave. Por supuesto, estudiaban el sexo, la clase social, el nivel económico, el nivel cultural, la educación, todo, hasta el producto interior bruto de cada país, montones de circunstancias. Y lo que me interesa para este caso es que descubrieron que ser viudo no influía en tener una mayor predisposición a la depresión grave. Mientras que ser divorciado sí. Yo soy viuda y dije: no puede ser. Entonces, ahí te haces una pregunta: ‘¿qué es lo que les falta a los divorciados, qué no les falta a los viudos para que tengan una mayor predisposición a una depresión grave?’ Lo que les falta es un relato consolador. Porque cuando se muere tu pareja, cierras la historia y puedes hacer tú un relato consolador. Pero si estás separado no puedes. Somos una narración, clarísimamente.

    En La buena suerte, escribe sobre el empeño en buscar la alegría.

    La alegría es una virtud animal que hace que todas tus células se regocijen de estar vivo. Punto, nada más. Pero la alegría es una buena sopa química; soy muy tendente a la alegría. Es ser disfrutón. Y hay una tendencia natural, y eso también es una virtud. Es decir, tú puedes esforzarte y cultivar la alegría. Puedes cultivarte tu relación con el presente.

    ¿Qué encuentra en las biografías de otras personas?

    La gente me gusta mucho. Por eso soy novelista, porque una novela es un viaje al otro. Por eso me gusta leer. A los lectores, yo creo que nos gusta la gente rara, que directamente son un viaje al otro. Por eso soy periodista, por tener curiosidad por las otras personas.

    Una de las maneras de intentar entender la condición humana es a través del análisis de tu propia vida, tienes que hacer un análisis riguroso, te tienes que autoanalizar como el entomólogo analiza un coleóptero. Tienes que ser al mismo tiempo tu propio escarabajo y tu propia entomóloga.

    Y la segunda vía de conocimiento es ver las vidas de los otros. Las biografías son como mapas de la existencia, y te dicen: pues así han vivido las otras personas. Todo lo que nos pasa a todos, que es la alegría, las desgracias, el duelo, el éxito, el fracaso, el envejecimiento, la locura… cómo vive la gente la vida que todos tenemos que vivir.

    Hay muchísimos ejemplos en El peligro de estar cuerda sobre la locura y la creación, pero hay algo que llama especialmente la atención, el ‘cruel castigo’ a las escritoras: ‘Infelices autoras a quienes cada vez que enloquecían les quitaban las plumas’.

    Sí, a las mujeres se las castigaba so pretexto de curarlas, pero es un castigo social, evidentemente. Hasta ayer mismo se ha considerado que la labor intelectual en las mujeres era algo aberrante. ‘La cura de reposo’, que le llamaban. Se les impedía leer, escribir. Y se les encerraba.

    Y hay libros incluso que han estudiado el hecho de psiquiatrizar a las mujeres que no se adaptaban a su rol social. Bueno, se ha psiquiatrizado también a los hombres homosexuales que no se adaptaban a su rol social. Se ha psiquiatrizado a todo el que se desviaba de la norma patriarcal. No adaptarse al rol social obligatorio era una forma de aparente locura.

    ¿Se puede crear desde el dolor?

    Desde el dolor se crea. Es decir, del dolor de perder nace la obra. Lo que pasa es que no hay que mitificar. Me parece buena tu pregunta porque justamente lo que no hay que hacer es mitificar el dolor, porque hay un tópico que dice que el artista tiene que sufrir para crear. Me encanta tu pregunta porque parte de la base contraria, y me parece muy atinada y muy sabia. No es verdad: el dolor tremendo te quita la palabra, no lo puedes ni expresar.

    El sufrimiento no es necesario para nada. Cuando a mí me dicen ‘¡ah!, pero el sufrimiento enseña, del sufrimiento se aprende’. Un cuerno. Aprendes si no te destruye, que te puede destruir. Imagina ahora mismo a la persona más feliz de la tierra, pues esa persona que es la más feliz de la tierra ya tiene suficiente sufrimiento como para escribirse tres bibliotecas. Porque con solo el sufrimiento de la propia muerte y de la muerte de los seres queridos, ya basta. Entonces, sí, del dolor se puede escribir, sí, si no te quita la palabra, si no es muy grande, pero no se necesita, de ninguna de las maneras.

    El amor está en casi todos sus libros, pero muy cerquita del amor está siempre la amistad, todos tus personajes son capaces de rodearse de una “pandilla basurilla”.

    Exacto, ¡‘pandilla basurilla’!, me parece genial.

    No te das cuenta, tú no escoges las historias que cuentas, las historias te escogen a ti, y escribes desde el inconsciente. Pero, claro, a posteriori me he dado cuenta de que repito, las críticas suelen decir que mis libros son muy distintos, pero en realidad siempre terminas hablando de los mismos temas.

    Casi todas mis novelas tienen una estructura parecida. Empieza la novela con un personaje en una situación calamitosa. Es un misántropo o misántropa feroz, que odia a la humanidad, o se odia a sí mismo o a sí misma, que no se entiende en absoluto, que no se sabe relacionar y que arrastra una culpa. Un personaje que ha de pasar por una ordalía medieval, incluso con riesgo para su propia vida. Y termina la novela, pasa la prueba, la vence, y de alguna manera hay un momento de redención en donde se perdona, y termina la novela con un final esperanzador en el sentido de que termina en mejor situación que cuando comienza. Y termina conociéndose más y perdonándose.

    Pero para que esto suceda es imprescindible que en el camino se vaya haciendo una parafamilia de monstruos, que la propia novela se encarga de demostrar que son más válidos que los personajes que ostentan el poder.

    Siempre le he dado una importancia a la amistad tremenda, quizá mi mayor éxito es ser amiga, tengo amigos desde hace cincuenta años, y tengo amigos desde hace dos. Soy abierta a emprender ese largo camino y esa inversión de tiempo y de tiempo en calidad, que es tener amigos. Y curiosamente todos mis libros hablan de lo importante que es vivir la vida con los otros, porque si no, no merece la pena ser vivida.

    ¿Quién es Bruna Husky, protagonista de la trilogía Lágrimas en la lluvia (2011), El peso del corazón (2015) y Los tiempos del odio (2018)?

    Es el personaje que se parece más a mí, en el fondo, aunque con enormes diferencias. Es una misántropa que se va curando poquito a poco. En cada una de las novelas, Bruna va reuniendo su colección de ‘pandilla basurilla’. Y es obsesiva, claro, para ser novelista hace falta ser obsesivo. Se parece mucho a mí, con esta dualidad entre lo emocional y lo controlado. Siempre intentas tocar tus obsesiones, y me da igual intentar explicarme esas obsesiones haciendo una historia que suceda en el siglo XXII o haciendo una historia que suceda en el siglo XII como Historia del rey transparente (2005).

    ¿Qué le está devolviendo la presentación de El peligro de estar cuerda?

    Es impresionante lo que está pasando con este libro, no me ha pasado con ningún otro. La acogida, la respuesta de los lectores y las lectoras es tan increíble, es tan personal, vienen y me cuentan toda una gama de rarezas divertidas y maravillosas. En otras ocasiones, la respuesta de la gente entra en zonas más profundas, íntimas, tremendas... También historias relacionadas con el suicidio. Hemos llorado mucho los lectores y yo con este libro. Tengo un público muy diverso desde siempre. En la Feria del Libro de Madrid puedo llegar a hablar con dos mil personas. Y te aseguro que tengo de todo, jóvenes, viejos, muchas más mujeres, pero un montón de hombres también.

    Decía en 1979: ‘Supongo que debe haber otra crisis hacia los 70 años, que es la asunción de la decrepitud y de la ancianidad’. El inicio de su novela La carne (2016) describe con una gran dosis de humor ese ’hacerse mayor’ a la hora de organizar una maleta.

    Son fronteras de la edad como la de la adolescencia. Suponía que a los 70 iba a pasar, y sí, pasa, vuelve a cambiarte el cuerpo, vuelve a cambiar tu relación con el mundo, no te reconoces, tienes que adaptarte a otra realidad, sí. Es un asco, al final, ser viejo, claro que cuesta.

    Tiene maldita la gracia, pero si te esfuerzas, realmente puedes ser un poco más sabio, pero te tienes que esforzar mucho, porque realmente conozco a muchos viejos totalmente cretinos, que además se han sentado sobre sus ideas y no las han vuelto a revisar y ya están podridas.

    Y la otra, que es preciosa, es crecer con los amigos, justamente, ir teniendo es pasado cada vez más largo y más intrincado y más tejido con los amigos, eso es muy bonito. Que tiene la maldita contrapartida en esta edad, que se van muriendo. Y eso es insufrible.

    Odia profundamente que le pregunten si es escritora o periodista. Lo cuenta en La loca de la casa (2003).

    Me encanta la profesión, me gusta muchísimo ser reportera, entrevistadora, plumilla como he sido yo, te permite conocer otros mundos, y no solo geográficos, que también, sino mundos interiores, que son todavía más importantes, más interesantes. Mi primera entrevista se la hice a mi madre con 8 años. Está íntegra en El arte de la entrevista (2019). Pero podía haber sido otra cosa.

    Hice teatro de joven, podría haber terminado siendo una malísima actriz. Me gustaban mucho los animales, podría haber estudiado etología o veterinaria. O podría haberme dedicado a vivir On The Road, porque era hippy, de verdad. A lo mejor hoy sería camarera en Camberra, pero sería una camarera que escribe, porque no puedo vivir sin escribir.

    Decía en 1979, que le preocupaba la concentración de medios y los grupos de presión económicos, ¿qué le preocupa actualmente del periodismo?

    Estamos saliendo ahora de un grandísimo desierto que hemos tenido que atravesar hasta empezar a colocar el cambio de modelo de mercado digital, que ha durado veinte años. Y creo sinceramente que, después de esta devastación que ha habido de la pérdida de tantísima diversidad de medios, estamos empezando a salir porque la gente está empezando a acostumbrarse a pagar por los digitales, que es la única salvación. Han sido años de ver a periodistas haciendo de todo, con salarios de mierda, porque echaron a los séniors y contrataron a jóvenes con sueldos de esclavitud. Ha empobrecido el ambiente y el rigor periodístico, pero creo que estamos saliendo.

    Se definía, y se define, como antisexista y feminista. Me interesa su reflexión sobre por qué una novela no tiene por qué ser feminista.

    Las novelas no pueden ser utilitarias. Eso es una traición del sentido de la novela. El sentido de la novela es la búsqueda del sentido de la existencia. No puedes empezar ese viaje de conocimiento con las respuestas previas. Es la mayor traición. Si quieres escribir para enseñar algo, utiliza otros géneros, por ejemplo puedes hacer ensayo, y puedes hacer periodismo, pero ficción, no. Lo que pasa es que, naturalmente, se transparenta tu inconsciente. Si tu inconsciente está de acuerdo con tu consciente, saldrá una idea del mundo.

    Pero no siempre es así. Por ejemplo, Tolstoi era un machista monstruoso y escribió Ana Karenina, para ejemplificar los daños que hacía el progreso a la ‘gran Rusia’. Por eso Ana Karenina al final se suicida tirándose bajo un tren, porque el tren era sobre todo el símbolo más claro del progreso. O sea, que lo que él quería decir era que era tan malo el progreso que incluso las mujeres cometían adulterio. Esa era su idea primera. Y luego, es una novela superfeminista, porque era tan buen escritor, tan poderoso, con un talento tan descomunal que Ana Karenina terminó contándole la historia y es una novela feminista.

    Un libro, aparte de que sea bueno o malo, me puede molestar que sea machista. Y tienes todo el derecho a que te moleste. Por ejemplo Rayuela de Cortázar: Cortázar era un grandísimo escritor para mí, sobre todo de cuentos (sus novelas están envejeciendo fatal). Pero es que además es muy machista. Es molesto.

    Decía hace 26 años: ‘La situación de las mujeres ha cambiado mucho en el siglo XX aunque aún quedan muchísimas cosas por hacer’. ¿Cómo estamos ahora? ¿Tal vez se haya avanzado especialmente en ‘rescatar’ del olvido a muchas referentes?

    Estamos avanzando en todo muchísimo, si nos ponemos a vista de pájaro. Es que en cuatro o cinco generaciones está cambiando una situación de milenios. Es que la mujer no ha podido estudiar en las universidades europeas hasta entrado el siglo XX.

    El tener modelos es absolutamente esencial. Clara Schumann, una música y compositora talentosísima, en una entrada de su diario dice: "claro, apareció durante una época el sueño de componer, pero luego me dije 'qué tontería, cómo voy a hacerlo, si no lo ha hecho nadie', si ninguna lo ha hecho, cómo lo voy a hacer yo". Lo habían hecho montones de mujeres a lo largo de la Historia, empezando por Hildegard von Bingen, que hizo unos oratorios que se consideran como el principio de las óperas. Y en su época había otro montón de mujeres, en todos los países, pero no se conocían entre sí. Tener modelos te facilita mucho la vida.

    Pero lo que no podemos hacer es hablar de Lise Meitner, la descubridora de la fisión nuclear, solo el 8 de Marzo; tenemos que hablar de Lise Meitner en las clases, cuando toque hablar de la fisión nuclear.

    Otro ejemplo es el de María Lejárraga. Ha participado en la película documental A las mujeres de España (2022), de la directora Laura Hojman, que la rescata del olvido dando su testimonio.

    María Lejárraga es un ejemplo muy extremo, muy perverso, terminó escribiendo obras de teatro con papeles lúcidos para la amante de su marido. Y terminó escribiéndole discursos feministas que decía el marido: "Las mujeres callan, las mujeres callan". Por fin se han publicado sus textos feministas bajo su nombre.

    ¿Qué tiene en su cabeza ahora?

    Pues tengo tres libros: la cuarta Bruna, que será la última seguramente; otra novela contemporánea, tengo la idea, el huevecillo, y me encanta; y otro artefacto literario sobre un tema que me gusta mucho pero que no puedo desvelar... Así que si no me muero…

    Carmen Briz (@MamenBriz) es periodista y forma parte del equipo de la Secretaría Confederal de Mujeres, Igualdad y Condiciones de Trabajo de CCOO.

    Revista Trabajadora, n. 77 (febrero de 2023).